viernes, octubre 22, 2004

Un Poco de Nuez Moscada para Combatir la Orfandad

Hace algunos meses tu hija me trajo un libro deshojado con recetas que son de tu tierra. ¿Sabes que hice con el libro? Lo guarde, ni siquiera quise hojearlo, lo guarde por ahí, donde se guardan las cosas que no deben estar a la vista. El miércoles, sin saber porque lo saque de su lugar y me puse a verlo. Era ya tarde, y además era un miércoles lluvioso, nunca desde que tu partiste, te llore tanto como ese miércoles, hace tanto tiempo que no te veo y no se de ti, antes podía atraer tu olor a mi, y eso me llenaba de confort, empecé a recordarte a través de las cosas que tu usabas o en las que tu creías, adopte tus costumbres de manera secreta, y también me aleje de los altares pues esos solo tu me obligabas a frecuentar. Pero nunca dolió más tu ausencia como en la mesa. Perseguí de manera despiadada a tu hija en sus intentos de igualar mi platillo preferido. Ollas de albóndigas fueron y vinieron y jamás, oyelo bien jamás supieron a las tuyas, primero fue el color, el tamaño, el sabor, un intento y otro y nada, hasta que un buen día una paisana tuya, nos dio la clave: semillas de orégano. Cuando nos íbamos a imaginar que eso le daba el sabor que yo buscaba de manera desesperada. Ni que decir de los tamales de chile rojo o el menudo blanco. Con el tiempo y amor, tu hija se convirtió en una buena cocinera, sin embargo quedo en mí un platillo único, jamás igualado. Por lo tanto paso a ser parte del olvido, y cuando abrí la página y leí: Picadillo. Te vas a reír, se que te vas a reír, pero se me hizo un nudo en la garganta y los ojos se me llenaron de lagrimas, recorrí la lista de los ingredientes, línea que leía mi sentido del gusto poco a poco iba armando los sabores, los iba entrelazando, un poco de aceite, carne molida, pasas, chicharos, zanahoria, sal, pimienta, cebolla, chile verde, y alto. Mis ojos se detuvieron para leer la palabra, este era el secreto, este era el ingrediente mágico: nuez moscada. Cuando leí en voz alta nuez moscada unas enorme lagrimas recorrieron mis mejillas –de nuevo de doce años-, por fin tenia nuevamente el sabor en mi boca, ¿sabes tu lo que han sido estos años de orfandad? ¿De tu ausencia? ¿Sabes que te llore durante la noche porque logre traer a mi paladar el sabor de tu sazón?
Dice tu hija que últimamente piensa mucho en ti, me lo dijo hace unos días mientras hablábamos del pasado, he estado pensando que la próxima vez que la vea le diré lo que descubrí. Que no era ni falta de ajo ni la pasta de tomate, sino la nuez moscada. Después será prudente dejarla a solas, mientras le preparo un café con leche como el que tomábamos tú y yo por ahí de las cinco de la tarde.


Beatrix

1 comentario:

Anónimo dijo...
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