viernes, septiembre 24, 2004

Trufas

9/24/2004


En un principio pensé que me quedaría vestida y alborotada este semestre sin la posibilidad de ir a la escuela, y con ello sin la oportunidad de avanzar en mis estudios y poner en práctica algo de lo que he aprendido, pero estaba equivocada. Recibí una llamada telefónica: era un hombre, que me preguntaba. ¿Haces trufas de chocolate? Lo cual conteste, si. -El replico- ¿con sabor a madera? Después de un breve silencio le respondí. -Las hago todo el tiempo-.
Mi cliente resulto ser ebanista, trabaja la madera, y me corrige –las maderas preciosas- a los pocos días me cito en su taller, quería ampliar mas el tema de las trufas de madera, así que acudí a la cita para hablar del asunto. -Acabo de iniciarme en esto, me harte de la vida dentro de las cuatro paredes de una oficina, del traje, las corbatas, y las tediosas juntas, en fin de la vida miserable dentro de una corporación. Así que decidí que era tiempo que me dedicara a mi pasatiempo preferido, la madera. Ahora elaboro puertas, puertas grandiosas, puertas de distintas épocas utilizando varios tipos de maderas preciosas. Cuando alguien me ordena una puerta, lo primero que hago es ir a su casa, estudio el periodo de la casa y su arquitectura. Una vez que estilo y diseño esta acordado voy en busca de la materia prima. Cada puerta es única, no hay dos hojas de madera iguales, siempre algo las distingue y yo voy siempre en busca de ese algo que sobresale de las demás. Después ya en mi taller, al contacto con las herramientas se inicia el proceso de la creación, pero es justo allí, en el encuentro con la maquinaria que descubrí el sabor de las distintas maderas. Pensé que seria un buen detalle regalarle a mis clientes una trufa de chocolate con el sabor a su puerta-.
El sostuvo la sonrisa por varios segundos, e inmediatamente me comento; -mi esposa también piensa que es una tontería- guardamos silencio los dos por unos segundos más, ¿en que me había metido? ¿Como se me vino a ocurrir que podía reproducir el sabor de la madera? Y fue entonces que la vi recargada contra la pared, era de un ámbar oscuro, la luz del sol le pegaba de manera directa y formaba destellos tornasoles, iguales a la espuma del chocolate batido a mano. – ¿a que sabe el nogal? Le dije sin mirarlo. -El nogal sabe a chocolate negro y frambuesa. Al principio cuando la cuchilla da los primeros cortes, solo percibes el chocolate, pero después de unos segundos te llega la fragancia de las frambuesas-. Caminó rumbo a su mesa de trabajo, de entre los recortes agarro un trozo virgen, me hizo un gesto con la mano para que me acercara, tomo mis manos y me hizo agarrar con firmeza el pedazo de madera, mientras él encendía la maquina, se coloco justo detrás de mi, podía sentir el calor de su cuerpo y el olor de un sudor temprano, cubrió con sus manos las mías y guió el cacho de madera por la cuchilla. Cuando tuve medio cuerpo metido en la mesa de trabajo y aun no terminaba el corte un golpe de chocolate amargo me llego a la garganta y una fragancia a frambuesa acompaño los últimos centímetros de madera, era un saborcillo de robusto cuerpo y deliciosa acidez. La cuchilla siguió girando no se por cuanto tiempo. Después vino un silencio que rompí al preguntarle ¿y cuantas trufas de nogal quieres? El me regalo una sonrisa de complicidad. Lo seguí mientras me explicaba. -Para empezar una docena de nogal, pero también quiero ordenarte unas trufas de cedro español estoy seguro que distinguirás de inmediato el limón y la canela que lo distingue-.
Caminamos juntos sin decir nada mas, al llegar a mi carro se detuvo para sacudir rastros de aserrín en mi falda, me pregunto si volvería en unos días para probar un poco de roble, le dije que si, aunque de sobra se que el roble al igual que él saben a vainilla.


Beatrix

viernes, septiembre 17, 2004

A punto de turrón

9/17/2004


Me dice un querido amigo que debería hacer públicos mis diarios. Finjo un sonrojo y le cuestiono si verdaderamente cree que a alguien le podría interesar el leer mis andares por los intrincados caminos del arte culinario. El afirma que si. A partir de ese momento he dedicado mis tiempos libres a recrear el momento en que descubrí mi interés por la comida y su elaboración.
Pero dentro de esa pasión existen tres alimentos grandiosos los cuales venero con devoción; El Pan, El Café y El Chocolate. Más allá de cualquier otro alimento o bebida estos tres sin distinción alguna son mi perdición.
Empecemos por el café, mi abuela materna quien fue la persona que me crío, era una bebedora incansable del aromático brebaje, lo bebía sin descanso todo el día y no importaba si hacia calor o frío. La hora del café, que en su caso era a toda hora, se convertía en un ritual a su lado. A pesar de su diabetes bebía el café bien cargado colado en talega y leche hervida más tres cucharadas rebosantes de azúcar. El café de mi abuela era miel pura, néctar divino que yo saboreaba a su lado por las mañanas y en las tardes después de regar los rosales. Ahora cuando veo las mil maneras de tomar café; con espuma sin espuma, con cafeína sin cafeína, con azúcar sintética o miel, con leche o sin ella, me pregunto que diría ella, si yo la invitara a tomarse un café a un Starbucks, de seguro me miraría con esos ojos de parpados cansados que ella tenia y saldría sin decir palabra alguna en busca de un café de chinos. Uno como aquellos que se encontraban en el antiguo centro de Mexicali cerca de la Catedral o en el Distrito Federal por la calle 5 de mayo. Entraría en silencio con su habitual abrigo de pelo de camello y tomaría asiento en la mesa junto a la ventana, esperaría pacientemente a la mesera y ordenaría café con leche y pan. Este le seria servido en un vaso alto y grueso, una charola de exquisitos panes rivalizarían en aroma con el recién colado café. Y una vez más ella me demostraría que las cosas, así como las personas y los alimentos entre menos complicados mejor. Nada me produce mas confort que una taza de café preparado como ella lo hacia, nada desahoga mas mi alma que el sentir el amargo liquido pasar por mi garganta, no existe actividad alguna que desee hacer con mayor fervor por las mañanas que beber un tasa de café. Aunado a mi placer desenfrenado por el café esta mi voracidad por el pan, el que sea y como sea. Dulce, salado, tostado, quemado, frío, tieso, duro, viejo, blanco, negro, integral, refinado o multigrano en fin en cuestiones de pan soy materia dispuesta. Cuando escucho decir que “Con pan las penas son menos” se que tienen razón. Cuando caminando por la calle un atrevido albañil le grita a una mujer “A que horas sales por el pan mamacita” se que es un comensal para el cual la carne no lo es todo. Cuando leo sobre “El bendito olor del pan recién orneado” se que quien escribió esa frase predicaba el mismo evangelio que yo. El Pan es uno de los alimentos mas universales y necesarios con el que contamos los seres humanos, nos une en la mesa y en épocas de escasez nos lleva a batallas cámpales. La conquista del grano y sus múltiples transformaciones nos distinguen de las demás especies. Y aun entre nosotros acentúa rasgos étnicos. Pero sin profundizar tanto en todo esto, a mi el pan me gusta, me deleita y me fascina. Para mi sorpresa el gusto por el pan no es único del ser humano, por ejemplo Dunia, desfallece por un pedazo de pan tostado, no se diga el pan dulce, mi adorada Dunia no pone peros ni discrimina ante una pieza de pan artesanal que frente un bolillo con frijoles, lo mismo le da el pan francés, que el árabe, para ella el sabroso olor del pan es hipnotizante. Hace diez años mientras vivía en Medio Oriente, tuve la oportunidad de comer pan recién horneado. Usted amable lector se preguntara que tiene eso de extraordinario, si con ir seguido a la panadería se puede disfrutar también de un riquísimo pan recién hecho. La diferencia, al menos para mi era; que probaba por primera vez una de las recetas más antiguas de la humanidad, no solo en sus ingredientes sino en su elaboración. El pan no se horneaba en casa, si se amasaba y se dejaba reposar, pero justo al tiempo de ser horneado este era y sigue siendo, llevado a hornos comunes, donde una lámina con joroba cose en cuestión de minutos la aromática masa. Discos enorme y fragante olor envueltos en coloridos trapos salen a toda prisa a la mesa de los comensales. Ese olor y el delicado sabor que solo puede ofrecer la simplicidad, aun ahora, diez años después no lo he vuelto a experimentar.
Hay matrimonios bien ávidos, aquellos que no importa el destino, las diferencias ni las culturas mucho menos los gustos. Que donde quiera que uno los vea son un deleite y la envidia de muchos. Cuantos buenos intentos no abre yo conocido, cuantos volver a empezar no abre tratado, pero ninguno tan sólido, tan duradero ni tan amalgamado como el de chocolate y el pan. Son como reza la cultura popular el uno para el otro. Y yo para ellos.
Hay quien dice que el chocolate es el regalo de los dioses, yo afirmo que es el cuerpo y el alma de los dioses. Y entre mas moreno sea el cuerpo mucho mejor. América, y muy en específico México le regalo al mundo el fruto, que en mi muy particular punto de vista, es el fruto prohibido. Después este llego a Europa y los europeos le agregaron azúcar, leche y el resto es historia.
Es recién ahora que disfruto del chocolate amargo, sigo estando lejos de la forma tradicional en que se bebía en el México antes de la conquista, pero aun así, con sus rasgos amargos y fuertes rastros de canela y vainilla puedo entrar en trance por un buen trozo de gloria. Ya en otra ocasión hable del encanto embrujante del chocolate cuando el Chef B. me dio a probar un pedazo de 79% de cacao. Mis papilas gustativas despertaron a un nuevo mundo donde los Tinlarin y el Carlos V no son considerados. Yo que durante años creí que el paraíso venia a mi y no yo a el cuando comía, que digo comía devoraba un Hershey bar y pensaba que era lo mejor, que lejos estaba de degustar como dicen las nuevas generaciones la neta de la neta o sea el chocolate oscuro. Disciplinar mi boca y evitar el mascar y dejar que el calor derrita la delicada lámina de obsidiana, que lejos estaba yo de percatarme que un buen trozo de chocolate en verdad, me pone a punto de turrón.
Cinco menos cuarto, recibo un correo electrónico: Bienvenida al espacio cibernético. Es él, estoy segura que la próxima vez que nos veamos me alentara a seguir escribiendo mientras él toma un moca y yo mojo un poco de pan en mi café.

Beatriz




Imperdonable

8.30.04

Hay cosas que resultan imperdonables. Como el templar erróneamente un fino chocolate, hornear de mas una tarta o cuajar una crema por error. Pero lo que en verdad encuentro imperdonable es no haber logrado cupo en el nuevo semestre escolar. Tengo mil excusas, pero ninguna lo suficientemente valida para justificar que uno de los 30 asientos disponibles en la clase de repostería avanzada no fuera para mi.
Sin embargo, como no me doy por vencida fácilmente, me presente en la escuela con la esperanza de que alguien no se pudiera asistir y así tomar su lugar. Pero lo mismo pensaron 30 personas más, el salón se encontraba abarrotado, solo pude reconocer cuatro caras del semestre pasado y con ninguno de ellos compartí equipo. Después de un tiempo el chef hizo su entrada, este nuevo chef es joven, afable y representa a la nueva generación de chefs estrella. A diferencia del chef B. este viste vaqueros y zapato deportivo y lleva el pelo en un moderno corte. Tiene tipo de deportista y por el color bronceado estoy segura que disfruta de la playa. El no tiene el tipo de chef de repostería, por el contrario, su estilo es más de cortes finos de pescado y salsas delicadas sobre intrincadas camas de legumbres, o fusiones culinarias de la ancestral cocina oriental con la recién nacida cultura culinaria de la Alta California. Pero no, este chef es repostero. Se le da el merengue y el chocolate, el azúcar y las altas temperaturas. Lo observo por largos minutos tratando de hacer contacto visual con el, pero nunca sintió mi mirada, tenia la esperanza de engancharlo en una de esas miradas de “rescátame” para que me seleccionara a mi, y no a alguien mas, pero me fallo. Agobiado por la respuesta de interesados en su curso, se disculpo en más de una ocasión y trato de no cruzar mirada con nadie en particular. Salí derrotada, mi esperanza era continuar un semestre mas o de plano buscar trabajo en una repostería, donde a falta de libros y palmaditas en la espalda, aprendería el oficio a gritos. Y por el otro lado estoy en una etapa de mi vida en que no tengo ganas de tomar ordenes de parte de nadie…en términos generales la anarquía culinaria se me da.

Beatriz

Rustico Confort

3/17/2004


Los norteamericanos le llaman “comfort desserts” a una serie de postres rústicos a base de frutas de la estación, el único variante en este tipo de delicias es la cubierta a base de harina, esta puede variar su técnica desde arenosa, esponjosa en turrones o fritura. Dice el chef B. que la finalidad de estos postres no son el de ganar competencias en presentación, sino confortar al paladar y los sentidos del ser humano. Un sin fin de frutas pueden ser utilizadas para esto, como las fresas, las frambuesas, las moras, las guayabas, las peras, las uvas, los duraznos, los kiwis y las manzanas. Todas ellas mezcladas con azúcar y canela, colocadas en una cazuela con una cubierta rustica de masa logran el objetivo: Confortar, pienso sin poder evitarlo en lo bien que les caería una enorme cazuela de “Pandowdy de Manzana” a los madrileños, con ese dulce sabor a miel y canela, que bien resultaría para el alma de las madres madrileñas una taza de café con un bocado de este postre. Ni que decir para todos los españoles (as) que a diario tienen que levantarse por las mañanas y salir a la calle e iniciar el día, que bien les vendría una tajada de esta rustica delicia, para recordarles que todo esta bien que volverán a casa sanos y salvos al finalizar el día.
-Beatriz, si dejas que la mantequilla tome la temperatura ambiente no lograras la textura correcta, lo recuerdas ¿verdad?- de un lejano país llegan las palabras del chef B. –si, lo recuerdo-le respondo entre dientes.
Retomo el ritmo e incorporo el resto de los ingredientes, al final una vez que logro la consistencia correcta formo un círculo y lo envuelvo con plástico, finalmente lo pongo a reposar por una hora en el refrigerador. Después de meses en la cocina esta es la primera noche que me toca ser jefe de equipo, no es una tarea fácil, hay que organizar a un grupo de personas que por lo general quieren hacer lo que quieren, como quieren. Esta noche quiero sugerirles que cambiemos la forma de trabajo, esto quiere decir: preparar nuestro “Mise en Place” que no es otra cosa que poner en orden los ingredientes de nuestras recetas, esta noche tenemos cuatro recetas que entran en la categoría de postres confortantes. Mi objetivo es que por primera vez seamos capaces de trabajar como un equipo y ser testigos de la elaboración de cada receta. La idea no ha sido tomada con mucho entusiasmo, estos meses hemos trabajado las recetas como si fueran proyectos individuales, pero la verdad es que en el mundo real de la cocina no se trabaja así, se trabaja en equipo. A regañadientes aceptan mi sugerencia y nos ponemos en marcha. Una vez que nuestra mesa de trabajo esta cubierta con los mise en place de las cuatro recetas damos inicio, la joven compañera que siempre se sienta frente a mi a la que llamare: Yo loséhacer, me recrimina que con este método nos atrasaremos, hago uso de mi gesto adusto y le reitero que esta noche estamos tratando de emular al equipo cinco que siempre tiene tanto éxito y logran terminar todas sus recetas a tiempo. Ha pasado una hora y en nuestro horno a 375 grados tenemos horneando las primeras dos recetas, el salon-cocina tiene ese dulce olor de pecho de mamá, noto que a diferencia de otras clases la gran mayoria andamos mas relajados y afables, vuelvo al horno y abro la puerta, un lenguetazo de calor me abraza el rostro y la fragancia de la canela y la mantequilla me despierta los sentidos. Chef B. esta parado junto a mi, no me di cuenta en que momento llego, asi es él, pisa muy ligero, se acerca a las charolas calientes y señala con el dedo indice, ¿vez como los jugos naturales de la fruta convinados con la azucar formaron un jarabe grueso que asoma por la cubierta de pan? Es el momento en que lo debes de retirar del horno y dejarlo enfriar. ¿lo saco ya? Pregunte como si no lo hubiera escuchado, como si necesitara una y otra vez que me reafirme lo que debo de hacer.
El me mira y me regala una de sus sonrisa que en lenguaje humano es si. Son las nueve menos diez, mis calculos no estaban del todo mal, el trabajo en equipo es mejor, logramos terminar las recetas antes de lo previsto y todos tuvimos la oportundad de ver el desarrollo de las recetas. Mi intencion no era demostrar que yo tenia la razon, sino demostrar que cuando trabajamos en equipo, sin aspiraciones personales las cosas salen bien y que el sentimiento es igual de satisfactorio. En un pequeño envoltorio de estaño guardo un poco de pandowdy de manzana, este es para Dunia, un poco de confort rustico para su espiritu canino.


Beatriz

Ganache

2/18/2004


Se me olvida que aun en febrero las lluvias nos pueden sorprender cualquier tarde, y esta no es la excepción. Falta una hora para la clase y no estoy segura de que podré llegar a tiempo. Me angustio, me irrito y maldigo la falta de formalidad que tenemos los mexicanos con el tiempo de los demás. Avanzo una milla y pienso en mil pretextos que le daré al chef B. por mi retrazo, suspiro, una milla más.
Por fin llego, estaciono mi carro y me cambio de ropa sin pudor alguno en el estacionamiento, una vez vestida de carácter me enfilo a mi aula. –Esta noche, trabajaremos las distintas masas de hojaldre y su manejo, además de varias salsas-. ¿Hojaldre, me pregunte? ¡Pero él dijo la semana pasada que haríamos tartas! ¡Yo leí el capitulo de tartas no el de hojaldré! y como últimamente ando muy aventada le dije; disculpe chef B. pero creí entender la semana pasada que esta clase trabajaríamos las tartas… -Así es, pero esta noche también aprenderás que en este medio los cambio son repentinos y hay que sacar adelante el trabajo-. A lo que respondí con una sonrisa y volví a mi mesa de preparación.
Beatriz, tú vas a preparar el Ganache.
Repetí Ga-na-che cuidando de ser escuchada, mi amiga M que es francesa le gusta mi pronunciacion de la che asi que le doy vuelo al fondo de mi paladar y vuelvo a resonar la dulce palabra Ga-na-che. Para aquellos que desconocen el termino no es otra cosa que una salsa de chocolate mezclado con crema o doble crema caliente pero sin llegar al punto del hervor a la que se le incorpora el chocolate, hay quien deja reposar unos minutos el chocolate para que se derrita con el calor de la crema y hay quien lo incorpora inmediatamente. Como quiera que esto sea, se consigue al final una salsa satinada de chocolate de un brillo delicioso que sirve para cubrir varios tipos de reposteria.
Pero volviendo al hojaldre, para quienes gustamos de los ricos postres arabes o griegos el hojaldre es la materia prima, son delicadas laminas de masa, estas delicadisimas hojas son sensibles al aire, por lo que hay que trabajar rapido con ellas, no solo para evitar que se rompan sino tambien para evitar que pierdan su humedad. El chef B. Toma un grupo de varias laminas a la vez, las arropa en un paño humedo y nos explica (como diria mi mamá, platicando y moviendo las manitas) -Cuando trabajen con hojaldre tendran que hacerlo rapido, cuidando de tener todo su mise en place a la mano de otra forma el hojaldre se endurece y no se puede trabajar con el-.
No solo es casi imposible trabajar con el, sino que ademas una vez horneado sera una plasta enmielada con nueces de desagradable aspecto y la parte visual es muy importante, no solo en este tipo de postres pero en el mundo de la reposteria.
Mi equipo trabajo afanosamente las laminas, la miel y la nuez. Pero, como siempre hay un pero, a mi compañerita de cuestionable decendencia arabe se le metio en la cabeza enseñarnos su tecnica familiar. No sin antes recalcarnos que en su familia jamas se utilisaba la populachera nuez, sino el pistacho, que es en el pistacho donde uno puede distinguir las castas. Es curioso, pero yo, que si he vivido en el medio oriente nunca me percate de esas diferencias socioeconomicas de las nueces contra los pistachos. Por el contrario siempre vi degustar con singular alegria los pegajosos postres sin importar el tipo de nuez que se utilizara en su elaboracion. Una vez que metimos nuestra charola al horno, me preste a preparar mi salsa.
El ayudante del chef me entrego un bloque de medio kilo de fino chocolate europeo. Cuando llegue a mi estacion o mesa de trabajo, abri el paquete de papel encerado, brillaba de manera deslumbrante la loza aromatica del mas fino cacao. Ah ! me dije, con que ganas te agarraria a mordidas, te daria fuertes lenguetazos hasta derretirte...pero antes de que alguien se diera cuenta de mis lasivos pensamientos, tome el cuchillo y empece a realizar finos cortes, rizos mestizos que mas tarde incorporaria a la crema.
Chef B. Se coloco frente a mi y me miro por unos segundos sin decir palabra, trate de leer su rostro pero este no tenia expresion, me anime y mirandolo a los ojos le sonrei de manera infantil, el tomo una hoja y con un ademan me dio a entender que me lo llevara a la boca, coloque el pedazo de obsidiana en mi lengua, cerre mi boca y automaticamente mi lengua se elevo hasta tocar el domo de mi paladar, en un vaiven de movimientos derreti el pedazo de gloria en mi boca. Mis pupilas dilatadas lo miraban sin parpadear. Esta vez el fue quien me sonrio.
Al final de la jornada sali con una muestra de nuestro esfuerzo osea varios intentos de dulces arabes y un tarro de ganache. Este ultimo lo utilizare de manera novedosa, en alguien.


Beatriz



La Cocina Caliente

1/21/2004
Dice el chef que cocinar en la cocina caliente no es un arte exacto, por el contrario puedes recurrir a las especies y las salsas para restaurar errores garrafales. No así en el arte sagrado y ancestral de hornear Pan. Elaborar pan, -dice el- es el conocimiento perfecto de causa y efecto. El miércoles pasado enfundada en mi hermoso e imponente uniforme de chef ratifique lo cierto de sus palabras. El tallado de panecillos de mesa debe ser breve y sin fuerza, los ingredientes secos deben ser mezclados primero para después incorporarles, la mantequilla y finalmente los líquidos. Un tallado brusco y vigoroso acabara con panecillos vaporosos y elevados. El efecto será una plasta de masa tiesa y poco atractiva. Algo de lo cual el chef nunca hablo fue no perder de vista jamás a un compañero piadoso que con gusto "asistirá" nuestra receta agregando "por error" sal en dos ocasiones. Después de cinco horas en la cocina, con unos panecillos tiesos y salados el chef nos enseñaba la primera de las reglas no escritas. -Al entrar a mi cocina, todos ustedes deberán traer el uniforme limpio y planchado, no abra excusa alguna para no traer sus herramientas de trabajo y llegar tarde, pero sobre todo el ego me lo dejan afuera, en mi cocina solo el mío entra- cuando salí de la cocina mi uniforme tenia las marcas de la batalla un frescas, con tristeza sacudí los diminutos rizos de cáscara de naranja y talle sin resultado alguno mancha tras mancha, salí también arrastrando los pies, al llegar a mi carro subí mi caja de herramientas y me senté a meditar con las manos en el volante. Repase mentalmente la receta paso por paso, hice un esfuerzo sobre humano para ver mis manos agregando los ingredientes y tallando la masa. Todos los ingredientes secos fueron incorporados a las vez y después, los líquidos! ahí estuvo mi error! líquidos antes de mantequilla! Líquidos antes de mantequilla! repetí y golpe el volante de mi carro con el puño cerrado. Encendí mi carro y regrese a casa, recitando la misma frase como si fuera un mantra...mantequilla antes de líquidos, mantequilla antes d...Al llegar a mi casa, escuche los ladridos de felicidad de Dunia mi pequeña schnauzer, quien al no estar acostumbrada a tenerme que esperar tan tarde corría en circulo sin parar de ladrar, la cargue en mis brazos y se volvió loca olfateando la chaqueta no tan blanca de hermosos botones ribeteados, descubrió trazos de chocolate y naranja que lamió una y otra vez. Después corrió a mi caja de herramientas y olfateo el dulce aroma del pan recién horneado. Abrí mi estuche y de ahí saque el envoltorio, ella me observo hipnotizada, lo coloque sobre la mesa y abrí lentamente el encerado paquete, ella ni pestañeaba, le pregunte si quería probar y se paro en sus patas trasera mientras se sostenía con las delanteras en mi pierna, primero le pase el trozo de pan por la nariz para que lo olfateara libremente y reconociera todos los ingredientes, una vez reconocido lo engullo con gusto, en un segundo lo trago y pedía ¡mas! Mi dulce can me restauraba por esta noche el orgullo mallugado en la cocina de alguien más. Esa noche nos fuimos a la cama contentas ella por tenerme por fin en casa, y yo por tenerla para recordarme que no todo lo que cocino es terrible. La próxima semana la guerrera azteca se medirá contra las tartas europeas...hasta entonces.
Beatriz

Daneses

¿Por que será que en el fondo los seres humanos somos individuos urgidos de aprobación y reconocimiento? No lo se, solo se, que cuando el asistente del chef me extendió mi examen y vi la calificación, algo en mi cambio, una aura de dulces caramelos y cristalinas azucares me rodearon y me eleve por unos minutos en esponjosas nubes de turrón. Recuerdo que cuando era niña, no fui un estudiante brillante, por el contrario, me distraía con facilidad y mi cabeza estaba en todos lados menos en la pizarra, algo distinto ocurre ahora, el tema me interesa y el chef tiene una manera de decir las cosas que uno entra en transe. Supongo que por eso mi cabeza retiene con mayor facilidad las mezclas exactas de la mantequilla y el huevo en un panecillo danés, que la formula del uranio o el nombre de los que firmaron la constitución. El chef B. es un hombre de pequeña estatura y menudo cuerpecillo, tiene la cabeza redonda y pequeña, el gorro alto, que como él bien dice se gano a pulso, lo usa con orgullo y se podría decir que con la gracia de un monarca. Lo observo desde mi mesa de trabajo, lo primero que noto es el bigote engomado y torcido en la puntas, como en el auto retrato de Goya, o como los cuernos de un escarabajo. Tiene la piel rosa. Rosa, así es, no hay un punto mejor para describir el tono de su piel me recuerda a ese polvo de arroz japonés que la geishas se ponen en la cara. Tiene las manos muy pequeñas y las mueve con soltura, suele sonreír al final de cada frase torciendo los ojos hacia el lado derecho. El chef B. es un hombre de la escuela antigua, no nos permite batir las mezclas en maquina sin antes intentarlo a mano, la bascula eléctrica esta limitada a medidas muy exactas, así que hay que aprender a poner los aros de metal en la antigua bascula, a mi eso no me asusta en las tiendas de mi padre acostumbrábamos tener ese tipo de basculas así que las se usar. Esta noche el chef B. me pido que usara el rodillo francés y que extendiera la masa reposada y previamente doblada, las piernas me temblaban al tenerlo tan cerca, examinando mis movimientos, me dijo: quiero esta masa de un cuarto de pulgada de alto y en forma de rectángulo. Agarre el rodillo francés y lo inserte en la masa dejando caer el peso de mi cuerpo para después hacerlo rodar, él me detuvo con suavidad y me dijo: no puedes poner tanta fuerza por que harás que la mantequilla salga y tu no quieres que eso pase, nunca demasiada presión que haga que la mantequilla asome. Primero acerca la masa hacia ti, pon el rodillo en el centro y estira hacia fuera cuidando de no poner mucha fuerza, vuelve al centro y estira la masa hacia ti y así sucesivamente. Me puse muy nerviosa, mis movimientos me delataban, de seguro él lo noto que me dijo: siente el rodillo, pero sobre todo siente lo que te esta diciendo la masa, observa sus cambios, mírala transformarse, siente su temperatura, sobre todo eso, no dejes que se enfrié, porque tendrás que ponerla de nuevo en el refrigerador, observa la fuerza de tus brazos y modula los movimientos, así es, eso esta mejor. Y con esa frase se alejaba de mi mesa de trabajo no sin antes regalarme una sonrisa. La fascinación que ese hombrecillo me despierta resulto en el asomo indebido de la mantequilla, y la falta de humedad en la masa, así que desde la mesa de trabajo numero cinco me dijo (sin alzar la voz) – ponla en el congelador y lo intentaras de nuevo la próxima semana-
Una semana más. Una semana más para usar la pasta de almendras y el barniz de melocotón, una semana mas para deleitarme con el dulce olor del pan recién horneado, una semana más para aceptar que en la cocina no siempre se trabaja con los tiempos de uno sino con el tiempo de lo que tratamos de crear. Acepte con pesar la orden, me gusta llegar a casa y dar a probar a Dunia algo de lo que hice, además ella lo espera, fiel como es, aguarda a un lado de la puerta hasta que yo llego y salta como un caballito al sillón y del sillón al suelo sin parar, antes de salir de la casa le dije: Dunia, esta noche haré daneses, de verdad, no como los del supermercado, esta noche los probaras por primera vez y con esa promesa la deje. Si esto fuera un cuento de final feliz, el capitán del equipo cinco notaria mi tristeza y mi derrota y, ¡ah! Claro leería mi mente y se aprontaría a ofrecerme uno de sus panecillos, pero este no es un cuento rosa y el capitán del equipo cinco ya guardo sus brillantes tesoros. Dunia también tendrá que aprender a esperar una semana más.