sábado, diciembre 29, 2007

Gracias!


Mis queridos (as) Lectores (as).

Aprovecho estas fechas para desearles un Año Nuevo lleno de amor, salud y properidad.

Te vas? sera el último post que suba a esta su casa A Punto de Turrón
han sido ya varios años compartiendo con ustedes los ir y venir de Beatrix, pero ahora ella se tomara un merecido descanso. Beatrix fue y a sido un personaje al que le debo muchas experiencias unas bellas, otras divertidas, algunas tristes, pero sin duda un personaje que me enseño mucho.

Sus andares quedaran aqui, pues esta es su casa. Yo, ire a residir a una direccion nueva donde nuevas historias cobraran vida.

Les agradezco a todos (as) sus visitas, sus comentarios, su aprecio para ella y conmigo. Espero seguir encontrandonos en otras narraciones.

Por lo pronto les hago llegar mi cariño sincero.

Gracias!


Beatriz Ledezma


Visita mi nueva pagina en: http://beatrizledezma.wordpress.com/

viernes, diciembre 28, 2007

¿Te vas?


-¿Te vas?-

Me preguntaste esa mañana sentado en el jardín bebiendo te. Yo me mordí los labios, me arranque un trozo del corazón, contemple mi mano izquierda, el fulgor de hermosos destellos multicolores en mi dedo.

Di un ultimo vistazo a la amplia cocina, a la plancha de mármol italiano que mandaste colocar para que yo trabajara el chocolate, mire todos los instrumentos, el set de tenedores para el trabajo de chocolate que me regalaste con una nota dulce hace ya varios años.

Tú dabas un sorbo mas, con tu acostumbrada serenidad, con tu acostumbrada templanza, yo urge en el cobalto de tus ojos, pero la tensión en tu quijada lo decía todo. Un sorbo mas, bajaste la mirada, tus manos acariciaron por última vez el lomo de Maya, la tomaste entre tus brazos, la acercaste a ti y ella te regalo un lengüetazo tibio, húmedo y sincero.

Dunia, parada a tu lado con la cabeza gacha, se alejo de ti sin decir adiós, cruzo la puerta del jardín, y vino a mi encuentro. Las dos vimos por ultima vez la que fue nuestra casa, nos despedimos de cada rincón, donde el amor floreció, donde el amor nos regalo momentos mágicos, donde el amor me enseño a amar, pero sobre todo donde el amor me templo.

¿Lo recuerdas Dunia? ¿Recuerdas el día que llegamos a esta casa? El hermoso jardín, las amplias recamaras, la sala con la chimenea tallada y el comedor de doce sillas. ¿Recuerdas mi cara cuando vi aquella cocina? El me tomo de la mano, y me enseño cada rincón de ella, cada gaveta, cada cajón, cada repisa, el equipo, los sartenes, las ollas de cobre, el enorme horno. Recuerdas Dunia mi asombro cuando abrió aquella repisa y vi las antiguas vajillas, y sobre la mesa había un regalo envuelto en papel satinado de color plateado y un enorme moño blanco. Y el me dijo:

–ábrelo es tu regalo de bienvenida-

Y para mi sorpresa dentro estaba la vajilla de porcelana blanca con filo en plata y rosas, la misma vajilla que utilizaba mi mamá en las Navidades y que por azares del destino y las un mil cambiadas de residencia que vivimos se había extraviado.

Nunca supe donde la encontró, pero como esa me dio muchas sorpresas y ahí mismo me tomo de la mano y regresamos a la cocina, al centro había una isla cubierta de un manto rojo que la cubría por completo.

Me pediste que diera un paso atrás y de un jalon retiraste la tela y quedo al descubierto aquella plancha enorme de mármol rosado.

Yo sentí un escalofrío recorrer mi espalda, bajar por mis piernas y mi respiración agitada. Tu te acercaste a mi, me clavaste el cobalto de tus ojos y sentí el calor de tus manos, de tus rosadas y hermosas manos, las sentí bajar por mis brazos, tomar mis manos, llevártelas a los labios y besarlas, sentí tus fuertes manos tomarme por la cintura, acercarme a ti de un movimiento brusco, tan solo a unos centímetros de ti, de tus labios. Sentí el lacerante roce de tus labios en mis hombros descubiertos, bajar por mi pecho tibio, tembloroso, rozar mis senos, hundir tu rostro entre ellos, beber de ellos, morderlos sin descanso, hasta hacerme gemir.

Me colocaste sobre la enorme plancha rosada, un temblor me recorrió al contacto con mi piel, yo arqueaba levemente mi espalda, tu me fuiste retirando la ropa lentamente, todo menos las zapatillas rojas, recorriste mis piernas con tus manos, acariciaste mis muslos, mi entrepierna hasta llegar al nacimiento de mis ingles, mi respiración era trabajosa, suplicante, mis rodillas se encontraron en un movimiento y tu sonreías maliciosamente.

Del cajón sacaste un cordón de algodón, me tomaste las manos y ataste mis muñecas, yo te miraba nerviosa con los labios secos, tú sonreías, me mirabas. Finalmente tomaste mis rodillas las fuiste separando lentamente, yo miraba tu cabeza hundirse entre mis piernas, devorarse mis ingles, mi pubis, mis labios, recorrerme sin piedad, las piernas en un desesperado intento de separarme de ti, mis pantorrillas presionando tu cabeza, mi boca emitiendo quejidos lastimosos, una contienda, una lucha, una batalla con tu rostro, con tus labios, con tu lengua.

Unos segundos antes de estallar sentí aquel golpe seco que me arranco un grito, un mar de lagrimas, mi cuerpo tembló ya no por el frío, ya no de deseo.

La palma de tu mano quedo lastimosamente marcada, tatuada en mi pierna, tú volviste a lo tuyo, yo cerré los ojos de nuevo y me perdí, me perdí para siempre…

Retiraste a Maya de tus brazos y ella como de costumbre corrió a mi lado, con esa actitud infantil que te gano el corazón, corrió desenfrenadamente en busca de la acostumbrada galleta.

Tu te paraste de la silla, por unos segundos nos miramos desde el cristal, y un par de lagrimas recorrieron mi rostro, y un par mas salio de mi nariz, y me deteste ante esa muestra de dolor.

Tus pasos lentos cruzaron la puerta, se fueron acercando a mí, y aun a pesar del tiempo, de los años nunca deje de temblar con tu proximidad.

Pero estaba decidido, este espacio quedo chico para este amor, en esta plancha de mármol no solo temperaste chocolate, sino también mi corazón, mis sueños.

Un día, un buen día apareció el dolor y la soledad y con ella el abandono y la indeferencia. Un buen día fueron huéspedes permanentes de esta casa y no hubo algo que pudiera hacer para evitarlo, no hubo manera de regresar el tiempo atrás.

-¿Te vas?-

Me volviste a preguntar, posiblemente te lo hacia dudar la falta de equipaje, solo mi bolso a un lado y las correas de ellas. Yo guarde silencio por temor a decir lo contrario, por temor de decirte que no me seria posible vivir sin ti y contigo, por temor a que me detuvieras, por temor a sentir tus labios encontrarse con los míos.

Guarde silencio. Tu tomaste mi mano izquierda la contemplaste por unos minutos, y con la misma seguridad que un día colocaste esas dos argollas en mi dedo, esa mañana de la misma forma las retiraste.

Contemple por ultima vez el cobalto de tu mirada, tome las dos correas, el bolso y cruce la cocina, pase por la sala y el amplio comedor, me mire por ultima vez en el enorme espejo de la entrada, no era la misma que en un momento cruzo esta puerta, los pómulos mas rellenos, los hombros mas redondos, las piernas mas firmes y el cabello mucho mas largo.

El Amor me decías, no es asunto de cobardes Beatrix recuérdalo. Y a tu lado yo no fui una cobarde, a tu lado le puse las dos mejillas al Amor. Al deseo le entregue un cuerpo, y a tus sueños mi piel.

Hoy, después de esta larga espera recibo la llamada que por tanto tiempo aguarde. Me das La Libertad, y con ella el poder de recuperarme.

La posibilidad de verme de nuevo en un espejo y reconocer el reflejo del otro lado, hoy a tan solo unos días de que finalice el año podré cerrar las puertas y ventanas, airear cajones y gavetas, despedirme de estas letras, de esta cocina, tomar de nuevo a Dunia y Maya e iniciar una nueva vida.

-¿Te vas?-

Me preguntaste aquel día, cuando el que se había ido eras tú…

viernes, diciembre 14, 2007

So many shoes...so little time...

domingo, diciembre 02, 2007

Felices Fiestas!


A todos (as) mis lectores (as):

Les deseo un mes de fiestas lleno de felicidad y buenos deseos. Se que algunos (as) de ustedes se preguntaran si efectivamente le hago al chocolate o no? pues la verdad es que si le hago al chocolate, soy una chocolatier profesional y como deben imaginar, es esta epoca del año una muy ocupada para mi.

Ese es el motivo, por el cual esta pagina se ve abandonada y sin textos recientes. Pero lo principal es agradecerles su visita, su constancia y su preferencia, se los agradezco infinitamente, estas letras no servirian de nada si ustedes no las leyeran.

Espero cerrar el año -si el chocolate asi me lo permite- con un ultimo texto, pero por lo pronto les envio un saludo cariñoso, mis mejores deseo para el año que esta por iniciar, que todos sus sueños se cumplan, que tengan paz, harmonia, salud, trabajo, amor y prosperidad para ustedes y sus seres queridos.

Con el cariño de siempre,

Beatrix


lunes, noviembre 12, 2007

Fulgor de Mediodia


En el día más limpio la muchacha me llama

"Estoy desnuda frente a la ventana"

dice su tenue voz


(La miro recostada ante el brillo de la luz:

ante los trino de los pájaros que visitan el pequeño jardín

y que no pueden oír detrás del vidrio donde estallan destellos.)


"Tengo mi mano izquierda sobre el pecho: lo acaricio"


Le pido que acomode el teléfono en su hombro

y que coloque la otra mano sobre su rosa crespa


Su gemido responde


"Me estoy tocando" dice

"Siento pena"


Yo insisto en que me obsequie su pena y su deseo


Oigo el silencio


Luego se inunda el cable teléfonico de gemidos

quejidos dulces sollozos cálidos lamentos

respiración alterna: pareja y delicada entrecortada y

áspera


Luego un corto chillido o una nota de llanto


Oigo

un suspiro final

y el aletargamiento de su lengua

y sus guturaciones


Vierte

sobre las doce horas del día inerme

su líquido su miel su jugo más brillante

Se inundará de luz el cable telefónico

la red entera la nervadura oculta de la ciudad monstruosa


Habrá miel en la voz de las mujeres plenas


Respingarán las leves columnas vertebrales de las

adolescentes

con un inesperado escalofrío


Habrá erecciones repentinas en los hombres de todas las

edades

súbitos estremecimientos en los niños pequeños

perturbadoras sacudidas de excitación en las ingles juveniles

vaga satisfacción en la sonrisa

y un fulgor libertino en la mirada de los viejos


"Me has sentido?" pregunta su voz tierna


Yo palpo mi dureza


Oigo mi ancha respiración

en el quebrado silencio del mediodía


"Siento pena" murmura


Pero siento su orgullo

restregándose eléctricamente con el mío


Aquí

el único avergonzado

es el sol.


Efraín Bartolomé

Partes un verso a la mitad y sangra 1997

martes, noviembre 06, 2007

Latae Sententiae

Contigo nunca hubo días de guardar, había que andar a salto de mata, corriendo de un lado a otro, persiguiendo el festejo, la celebración, la verbena. Ahora a mi me queda la costumbre, y como todos los años vuelvo al ombligo del mundo, me adentro en su gesta convulsionada, me intoxico de sus olores, de la rabia de sus colores, y de su brutal Fe.

Esta fue la única ciudad que protegí de tu recuerdo, aquí nunca quise que vinieras conmigo, esta Ciudad con sus calles, con sus plazas y sus avenidas me pertenecen, te lo dije un día, te cedí la Republica entera, el Mundo entero, menos esta Ciudad y sus mercados, menos esta Ciudad y su Plaza de la Constitución, menos esta Ciudad y su Templo Mayor, menos esta Ciudad y sus bosques, menos esta Ciudad y el telón de cristal del Palacio de Bellas Artes, menos esta Ciudad y su avenida 5 de Mayo. Todo, léelo bien, te cedí todo, menos al Cristo Negro.

Y ahora ella me recibe con los brazos abiertos, camino entre la multitud, me adentro, me mezclo, me fusiono, aspiro y respiro sus hedores, me pierdo en los miles de ojos en los miles de roces, en las sonrisas, en los pensamientos extraviados del que no sabe a donde caminar, me adentro en las imágenes, descubro en una esquina dos hermosos y ancestrales hornos de piedra, traídos a lomo, en ellos han venido horneando los cientos de panes para las ofrendas, el aire entonces se hace dulce, se santifica, se purifica, el aire entonces, huele a ti, a tu aliento fragante de vainilla, a tu aliento dulce miel. A unos pasos, puesto multicolor, frutas, papel picado, copal, concheros; brazos y piernas desnudos, bañados y lamidos de Sol.

Entre los miles de rostros, se abre paso, primero sus ojos, después la mueca en sus labios apretados, finalmente todo el. Pantalón de mezclilla, camiseta blanca, zapatos deportivos sucios y gastados, eso si, el cabello perfectamente peinado.

Mira por encima del hombro, se detiene, da un paso, pareciera que titubea, yo lo miro de reojo, en lo que elijo un hermoso y dorado mango, el se para a mi lado, manosea las frutas, las estruja, las aprieta, las roza de manera brutal, se va sobre las canastas de moras, las penetra con el dedo, y saca un dedo tinto goteando púrpura.

Yo lo veo, mi lengua entonces despierta, mi olfato separa, selecciona y elimina todos los olores y quedamos en medio de la enorme plancha del Zócalo, mi hambruna que venia germinando lentamente con el ondear tricolor sobre nuestras cabezas. Como de costumbre me suele suceder, me perdí en sus movimientos, me perdí en el par de manos, gastadas, maltratadas pero sigilosas, en un movimiento que pudo pasar inadvertido tomo una bien formada guanábana, la metió en la bolsa del pantalón y echo carrera, abriendose paso entre la multitud que se movía lenta y pesadamente, me di a la tarea de seguirlo, de buscarlo, con la boca seca, con los ojos ardientes, con las manos solo sujetando aquel mango que intentaba disfrutar.

Nos abrimos paso, cruzamos la calle, la ola de automóviles, el reventar de gentes, caminando en todas direcciones, cruzó la reja de la monumental Catedral, se detuvo solo unos minutos tras una de las enormes puertas, tomo una bolsa de plástico de color negro, entro sin detenerse, con paso firme, pero sin prisa. Yo titubeé ante el Retablo Central.

Entre la Capilla de los Santos Ángeles y la Capilla de los Santos Cosme y Damián, se encontraba un confesionario, entro por un minuto, después apareció, vistiendo una negrísima sotana abotonada hasta el ras del suelo. Se detuvo por unos minutos, miro a ambos lados, pero al parecer la única testigo era yo, eran mis dedos, pellizcando la delgada piel del mango, eran mi dedo abriéndose paso entre la piel y la carne. Era mi corazón palpitando, riendo nervioso al verlo vestido así, era mi curiosidad arrastrada por estos nichos dorados, polvozos y ensangrentados. En una de las bolsas veo claramente la redondez de la fruta que minutos antes robaste, de reojo sigo tus pasos te detienes, en el deposito de limosnas, vacias el contenido en una de las bolsas de la sotana y encaminaste tus pasos a la capilla de San José, y lo mismo, en la capilla de Nuestra Señora de Soledad aguardaste a que una anciana terminara de rezar, se incorporara para luego buscar tu mano derecha, sucia, rasposa y la besara en un acto más costumbrista que de respeto.

Yo te miraba mientras me deleitaba del cuerpo y la sangre frutal de este mango, dejaba que un surco de dulce jugo trazara la comisura de mis labios. Bajara por el centro de mi barbilla, recorriera mi cuello, anidara en el tibio espacio que hay entre mis senos.

Fresca, húmeda, fibrosa, voluptuosa, así me sabía la curva frutal de amarillos y verdosos costados, carnal, jugosa, tibia, pegajosa, ligera y sedosa.

Y tus pasos lentos, como un felino al asecho del metal, te seguí primero con la mirada, después con mis pasos, y finalmente con la imaginación.

De reojo miraste el empolvado retablo del señor del Buen Despacho, con la punta del pie izquierdo comprobaste que no había monedas, seguiste de frente sin reparar en el imponente Altar de Reyes, y yo me veía arrinconada en una de sus paredes barrocas, entre reyes y reinas santificadas, bajo el cielo de la Asunción de la Virgen y la Adoración de los Reyes, me veía envuelta en una nube de copal subir y bajar por esas piernas burdas, torpes, jóvenes.

Veía mi espalda marcada por las miles de guirnaldas y querubines, imaginaba el peso de ese cuerpo corruptible, bravo, joven, veía esas manos sucias mezcladas con el jugo dulce de la fruta, manchar mis muslos, y dejar sus huellas indelebles en mi piel.

Pero tu tenias otras intenciones, estas te llevaron como un cazador a la presa. Y a un lado del pilar que resguarda la Capilla de San Felipe de Jesús sin el menor esfuerzo vaciaste el depósito y llenaste de monedas los bolsos, y una sonrisa se dejo ver en tus labios, en esa mueca torcida y retorcida. Te pesaba la sotana, así que a solo unos pasos avanzaste de largo las capillas de San Pedro, Santa Ana y Santa Soledad.

Por descuido, por que dudo que haya sido por la Santísima Providencia, alguien olvido cerrar la puerta de la Sacristía Mayor.

Y te detuviste, miraste en todas direcciones, en el arco inmenso de aquella hermosa puerta Mariana dudaste si cruzar o no, yo leí las últimas palabras en latín que rezaban:

-y cerró esta sacristía. Año 1623…-

Y justo en ese momento cruzaste la puerta. Parada frente a ella, indecisa con el corazón a punto de salirse me prepare para el culto, y cruce en busca de todos los elementos sacros y necesarios.

Vi tu asombro, y lo vieron los arcángeles sin alas que se guarecen en los marcos de las esculturas estofadas. Lo vio la Virgen de Guadalupe y lo que queda del recuerdo de la tilma de San Juan Diego, antes de que viniera el periodo aquel de la gran inundación y solo dejaran un grabado en su recuerdo, lo vio el Cristo de marfil traído de las Filipinas.

Y yo con aquel fruto en mis labios, chorreando mis manos, tibio ya, maduro ya, sometido ya.

Parado frente a la mesa central de hermosas patas y travesaños, las diez y seis sillas de ricos tapices, las piernas te temblaron y a mi me recorrió el deseo como si fuera un alado suspiro sobre mi columna vertebral.

No te diste cuenta de mi presencia, tus ojos absortos en las cajoneras de donde cientos de ornamentos litúrgicos con hilos de oro y plata son resguardados en los cajones de caoba tallada y bálsamo. Lentamente jale una de las sillas, me senté, descanse mi cuerpo agotado por la travesía subí el vuelo de mi falda mas allá de mis rodillas, justo donde la humedad de tus labios solía hacer de ese espacio su refugio. Descanse mis dos piernas sobre los descansa brazos, colgaban inertes en ambos lados, dejaban expuestos mis otros labios, y mi respiración empezó a ser trabajosa, mi respiración escalando montañas, mi respiración perdiendo esta batalla. Deje colgar mis brazos goteaba aun la fruta en mi mano, forma una dolorosa y perfumada gota testigo mudo de los dos.

Intoxicaba el olor a rosas, así que cerré los ojos y refresque mi frente con la húmeda fruta, un alivio inmediato me invadió, entonces baje la dulce carne por mi cuello, por encima de mis senos, no sin antes girar una y otra vez como si fueran los anillos de Saturno que iban disminuyendo hasta besar la aureola de mis senos, un ligero y sofocado quejido se escapo de mi cuerpo, tu notaste mi presencia, te giraste sobre tus talones lentamente, me mirabas sorprendido, las velas encendidas resaltaban aun mas el contorno de tus labios entre abiertos. Yo recorría con estos ojos el largo de la falda en línea A, el infinito de botones forrados, la orilla polvorosa y arrugada, los zapatos deportivos con el recuerdo de albos tiempos. Tus manos torpes se cruzaron al frente y frotaban de manera adolescente tu sexo.


Yo repase las lineas de mis muslos con el dulce fruto, bañe de tibia sabia mi entrepierna y mis pantorrillas, y mi cuerpo respondia al tacto de esta lengua frutal que adivinaba las lineas de mis labios, los recorria, se hundia timidamente entre ellos para resurgir de nuevo airoso, no así mi persona, cada vez mas sometida a la merced de tu reacción.

Sin quitarme la vista de encima agarraste el vuelo de aquella sotana, con el puño cerrado, pensabas quitártela, quedarte con un par de calzoncillos roídos por la miseria, tenias prisa de mostrarme cual grande y fuerte podía ser el Todo que crecía en ti.

Y cerré los ojos, deje que la mirada recelosa de la Virgen de Belén reprobara nuestros actos, deje de una vez por todas, que el cuadro de la Anunciación, la Visitación, El Censo de San Juan y la Virgen del Rosario se iluminaran con la luz de tus ojos.

Abrí lentamente mis ojos, me deje cegar por el lastimoso dorado reflejado en tu pectoral y tu respiración entre cortada, con tan solo la punta de mis dedos repase de nueva cuenta mis inflamados labios, ni rosados labios, y tu mirada seguía hambrienta los movimientos húmedos de mis dedos, el ir y venir de ese beso tibio, mi mano firme guíando, tocando suavemente, presionando otras, hurgando, hundiendo, un gemido, dos y mas muchos mas.

Tu parado frente a mi, espaldas al cirio, espaldas al Cristo, espaldas a las quince sotanas silentes que desde sus percharas nos condenaban. Tus manos, cada vez más elevadas, tratando de liberarte de la ropa, del peso de la sotana. Que anclaba aun más por los bolsillos cargados de monedas.

Con un gesto te señale que dejaras caer de nueva cuenta la sotana, a la altura de tu cadera aun tus manos dudaron, me miraste sorprendido, yo te regale una sonrisa e insistí, tu dejaste caer el ropón, yo coloque entre mis labios lo que restaba de la fruta, tu diste un paso al frente y temblabas, yo hundí un poco mas el fruto entre mis labios y te invite a la comunión, tu mirabas mis labios, ambos. Diste un paso mas, solo uno, y vi tus rodillas doblarse, postrarse frente a mí, las manos temblorosas, los ojos brillantes, la lengua surcando el delgado contorno, mi sonrisa invitándote, tu lengua lista, presta.

Acaricie maternalmente tu rostro, lo traje a mi, y allí en el lugar sacro, me volví una sacerdotisa, tus ojos perdidos en el fulgor de la fruta devorada a medias por mis labios, acerque lentamente tu rostro, mientra te susurraba:

-Ave María Purísima-

Y antes de que respondieras, acerque aun más tus labios a los míos y te absolví:

-sin pecado concebido…-

lunes, octubre 22, 2007

"Yo te doy bambú ¡bambú!"


Dos cuadras únicamente ocupan el Pequeño Tokio en esta ciudad. Pero el corazón del mercado Nijiya palpita intensamente, un mundo de rostros blancos, redondos y ojos rasgados lo pululan, me adentro en su misticismo, a los empaques bellos, los pasillos inmaculados, los cientos de opciones de salsa soja que llenan los estantes.

Pero en esta ocasión es simplemente un paquete de té verde, para saborizar unas trufas de chocolate blanco. El mercado se encuentra lleno, así que evito el tumulto y me distraigo en la sección de frutas y verduras. Limpia, iluminada, con una discreta selección de varios tipos de hongos, pepinos, hierbas de olor, algas frescas y berenjenas. Me detengo unos minutos en la charola de berenjena china, son menudas, de un púrpura doloroso de tan brillante, tomo una la sostengo con una mano, delgada, firme, dura, y a la vez blanda, la piel suave, fresca, con un dejo de humedad en el olor, la observo en mi mano, cierro mis dedos para que la asfixien, la acaricio entre los dedos y me hace pensar en un adolescente…

Me sonrojo miro mi reflejo ruborizado en el espejo frente a mi, bajo la mirada, recuerdo que estoy en un lugar publico, así que miro a mi lado izquierdo, nada. Ahora el derecho, nada.

Un alivio acompañado de un aspirar profundo que me devuelva la compostura, miro a los rostro idénticos, o al menos así me parecen, esa bendita obsesión por no ser iguales y que adolece esta raza, de defender su identidad, miro de nuevo y constato que para mi son todos iguales…

Hasta que él cruza la puerta, y el ruido del mercado, el ajetreo de las compras semanales, el ir y venir de productos, fueron silenciados por su arribo, por su bendita presencia. Se detiene en la puerta reconociendo el lugar, mira a todos lados, da un paso y camina en mi dirección, mi corazón palpita aceleradamente, mis manos y mis piernas tiemblan, mis labios entre abiertos me permiten respirar, se acerca, lo veo venir hacia mi, o mas bien en mi dirección, el camina, flota, se suspende, mira de frente, es como si estuviera pero se que no esta, una brisita ligera a jazmín y madera me invade y el pasa de largo sin saber que el tsumani de su presencia me arrastra a seguirle los pasos.

Azul marino, porta un traje cruzado azul marino de un casimir inglés de lana peinada con unas finísimas líneas verticales en un hilado azul acero. El saco abotonado en sus cuatro ojales, la solapa de buen tamaño así como la bolsa del lado izquierdo con la vista un tanto sesgada donde debería ir un pañuelo.

Se ha detenido lee las etiquetas de los diferentes nulos, los observa, es como si tratase de recordar, pero deja paquete tras paquete y camino solo unos pasos tras el. Miro su espalda, el ancho de sus hombros de una línea discreta pero rectos, la manga perfecta, bien distribuida la ropa del hombro, sin dejar un ceñido que dimitiría mucho del la maestría del sastre. Baja mi vista por la manga, me detengo en los tres cuartos de pulgada por donde se asoma un inconfundible puño francés en algodón color azul cielo, discretamente acentuado por una mancuernilla en plata.
Ahora el camina por el pasillo de las especias, se detiene y leo su sorpresa al descubrir el mundo de opciones en sales; roja, negra, de mar, azul, verde, rosa, y amarilla. Mi mirada baja por su costado, el sostiene el paquete de sales, veo sus manos, delgadas, de finos y largos dedos, pálidos en color, tímidos en movimientos.

Su costado me regala la visión de una espalda infinita, de una línea recta que se pierde con el inicio de una discreta curva.
Deja el paquete de sal, sigue caminado, y camina tras el mi deseo, camino con pulso agitado, aliento entre cortado, ojos deslumbrados.
Hemos llegado a la sección de cortes fríos, me coloco nuevamente a unos pasos de el, la luz de los refrigeradores hace brillar el negro de su cabello, miro discretamente el nacimiento de su cabello, la hermosa forma que invita a ser acariciado, peinado meticulosamente hacia tras. Miro su rostro de guerrero milenario, adusto, sereno, pensativo, las rendijas de los negros ojos y las discretas pestañas.

Hay un temblor ya notorio en mis manos, tomo un paquete con la única finalidad de mantenerlas ocupadas, cubierto con solo una filmina de plástico transparente, un robusto y acaracolado tentáculo de pulpo enfría el ardor de mis manos, el observa detenidamente los finos y variados cortes de pescado, yo recorro con mi índice una de las tantas ventosas del flácido y albo tentáculo, sigo la curva natural como si fuera el contorno de sus labios, los dibujo lentamente, una y otra vez, la abultada almohadilla del labio inferior, donde mis dientes podrías regocijarse por horas, la simetría perfecta del labio superior que la punta de mi lengua podría recorrer una y otra vez hasta adentrarse y acariciar el marfil de sus dientes, reconocer su lengua y finalmente humedecer su paladar.

Y me pregunto si ha notado mi presencia, su mirada fija en un hermoso corte de salmón de rosadas carnes, toca su firmeza, con un dedo presiona el filete, y este deja una ligera huella en la rosada carne y en mi deja un ardor.

Pero no, tampoco eso es lo que el busca, coloca de nuevo el paquete y sigue su camino y yo transito a su lado, hipnotizada, intoxicada de su presencia. Hasta detenernos en las galletas de arroz rellenas de frijol dulce. El toma un paquete de hermosos y frescos bollos con las dos manos, se los lleva a la nariz, los aspira, los acaricia, y mis senos entonces responden, mis pezones erectos, al sentir su respiración, al verse tan cerca de sus labios, entre sus manos. Hay un calor que recorre mi espalda, que baja por mis piernas y sube de nuevo al centro de mi pubis y lo humedece. E imagino sus piernas, sus delgadas y firmes piernas, imagino el delgado tobillo y el hermoso pie, enfundado en ese zapato negro inmaculado, imagino el delgado calcetín de seda, y me pierdo en el recorrido imaginario de mis manos por sus rodillas, por sus pantorrillas y siento el filo de mis uñas marcando, lacerando los muslos firmes.

Abro los ojos, y veo su figura dar la vuelta en el siguiente pasillo, así que una vez recuperada le sigo, la respiración cada vez mas agitada, el temblor de las manos, más notorio aun, los escalofríos recorriendo mi espalda. Y el caminando firme, sin mirar a nadie, sin decir una palabra, sin notar que me lo vengo devorando desde que el puso un pie dentro del mercado y de mi imaginación. Caminamos en círculos, lo ha notado, este ha sido el recorrido de un laberinto de sabores y olores, hemos preparador banquetes imperiales juntos, y por fin nos detenemos en la sección de sake, y lo imagino desnudo, tendido de espaldas, e imagino su espalda bañada en sake y mi lengua recorriendo las gotas del ahora tibio liquido, bajando por su espalda, subir y recorrer las discretas nalgas, bajar por el centro recorriendo las líneas naturales, los fragantes pliegues, la entre pierna y el Todo que esta apunto de mostrarse erguido y desafiante.

Da un paso a tras, tropieza conmigo, nos miramos, mis corazón palpita desenfrenadamente, el me mira de frente unos segundos luego baja la mirada, flexiona solo un poco la espalda, se disculpa y se aleja.
Yo tomo un minuto para reponerme, y seguirlo con la mirada, a dado vuelta de nueva cuenta en la sección de frutas y verduras, tomo aire, y le sigo,

Lo he perdido, mis ojos recorren los diferentes lugares y no lo veo mas, me detengo frente a la bandeja de frescos bambú cubiertos de agua, me agacho, para verlos mejor, para observar los diferentes trozos, hundo mi mano en la fría agua, toco ligeramente por primera vez el falo vegetal, se me eriza la piel, me concentro en la forma, en su color, y la transparencia del liquido. En eso la fragancia a jazmín y maderas me invade de nuevo, siento su presencia en mi espalda recorrer mi nuca, bajar por la línea A de mi vestido, da un paso, se coloca a mi lado, yo lo miro de reojo, la mano derecha desabotona los botones del saco y lo abre para dejar al descubierto un tiro erguido y amenazante.

Yo ciño el pedazo de bambú entre mi mano, y en movimientos ascendentes y descendentes lo acaricio una y otra vez, mi mano se desliza con firmeza y con fuerza, miro de reojo el Todo crecer, ahogarse entre las finas telas que lo aprisionan, rebelarse y revolcarse, tallarse, contraerse, levantarse una y otra vez y mi mano, sin detenerse por un solo segundo, se entumecen en el ir y venir, con el frío del agua, con la firmeza que va cediendo poco a poco y escucho su agitada respiración, a un lado mío, las manos firmes, pegadas las palmas a la tela del pantalón, los pies sin moverse un solo milímetro, las rodillas erguidas sin ceder ante la presión de la arterias contraídas, abultadas, hinchadas, mi mano, con los dedos morados además de dolorosamente cansados, en eso en un movimiento que sometió desde la base y subió ejerciendo presión primero al centro y finalmente en la punta donde se contrajo en repetidas ocasiones. Estallaste en un resoplido que intentaste sofocar. Las rodillas finalmente cedieron, las vi tambalearse. Las manos, se aferraron a la tela del pantalón y ahí descargaron toda su fuerza, los pies se movieron al frente sólo un paso, y antes de que tu cuerpo cayera te sostuviste en la caja de fruta frente a ti.

Mis manos y mis piernas cansadas de la posición, mi respiración aun entrecortada y con un ligero mareo, más parecido a la intoxicación que a la náusea, me detengo en la orilla de la bandeja.
Del bolso izquierdo del pantalón sacaste un pañuelo con el que secaste tu frente, yo me incorporé sin verte a los ojos y tu, con la mirada al frente, sin voltear siquiera a mi lado, cerraste los cuatro botones de tu saco, rehiciste el nudo de la corbata, guardaste nuevamente el pañuelo, y tomaste un par de doradas peras asiáticas.

Yo encamine mis pasos al pasillo del Te y tu... tú te fuiste deprisa hacia la caja express.

domingo, octubre 14, 2007

The Power of good-bye






Hoy me tope contigo, vi tu figura en la distancia, caminar entre la gente, el día despuntaba, el sol acariciaba tus brazos, cegaba al cobalto de tus ojos.

Me mantuve lejos, así me lo dije, asi me lo prometí, de ti, de todo lo tuyo, de todo lo que un día crei nuestro.

¿Recuerdas lo que me dijiste aquella noche? Yo lo recuerdo bien, no fue una advertencia más bien una sentencia.

-Aquí nadie parte y si parte alguien ese soy yo-

¿Lo recuerdas? Y yo te jure, en mi mente en mi corazón que nunca, nunca tendrías motivos para irte de mi, que las horas del día, que como sabemos son veinte y cuatro, desearías vivirlas a mi lado. Y yo perdida entre tus brazos, pero tu y yo olvidamos, y yo no quiero recordar, ni tus palabras, ni tu olor, ni tus manos, ni el cobalto de tus ojos, ni lo que de ti aprendí, que fue mucho, mas no lo suficiente, ni lo enteramente necesario.

Nos quedamos con la promesa de un último té, -¿recuerdas?- En el mismo lugar, en la mesa de la esquina, la que fue testigo silente de todo lo que un día creí. Pero sabíamos que no era un té, que era un adiós, -¿no es así?- Mi silencio fue largo, el tuyo entrecortado por la respiración. ¿Que dijiste esa tarde? no lo se, que mas da que dijiste, que ordenaste, que propusiste para los dos, para el destino de los dos, para el tiempo de los dos, para el sentimiento de los dos, para las ganas de los dos, para las sed de los dos, para la angustia de los dos, para los sueños de los dos, para la rabia de los dos.

Esa tarde me prometí no dejar de creer en el amor, luego entonces vino ese silencio, vino la única palabra que me dejaste pronunciar en todo ese tiempo: y fui yo la que te dije: Adiós…

domingo, octubre 07, 2007

Anoche Soñé Contigo


Anoche soñé contigo. Tu cabeza, el cuello, la nuca, las orejas, tus ojos, tus labios, las cejas, la barbilla, tus dientes, tu lengua.

Soñé tus hombros, tus brazos, tus codos, tus manos, tus dedos y las uñas.

Soñé tu pecho, tu espalda, el nicho que aloja el corazón, la parte baja de la espalda, la redondez de las nalgas, los surcos de tus ingles, los nobles genitales.

Soñé tus piernas, tus muslos, tus rodillas, tus pantorrillas, tus talones, las plantas de tus pies, tu empeine, tus dedos, te soñé.

Te vi cubierto, descubierto, acorazado, confitado, temperado, cristalizado, derretido, caramelizado, empolvado, espumoso, mordido, lamido, goteando, derramado.

En mis manos, entre mis dedos, en mis brazos, en mis piernas, en mis senos, en mis vientre, tibio dentro y fuera, en mi rostro, en mi mente.

Me sabias frutal, floral, envinado, cafetal, chocolatozo, acido, perfumado, sedoso, afelpado, robusto a maderas y ancestral.

Te oí crujir, derretirte, tronar, partir, cortar, caer y levantar, correrte y tambien desparramarte.

Olías a vainilla, a orquídeas, a jazmines, a canela, a clavo, a cedro, a miel, a tierra mojada, a lavanda, rosas y geranios.


Desperté del sueño. -Seguías en mis labios-.

domingo, septiembre 30, 2007

Entrevista

-¿Y como quiere que lo llame?-

-Gigante-

-¿Así no más, sin nombre propio o apellido?-

-Así es-

-Pero supongo que tiene algún nombre-

-Supone bien-

-¡Ah! Pues a eso me refiero, tal ves usted prefiera que lo llame por su nombre-

-No-

Esta entrevista estaba resultando más difícil de lo que imaginaba, no solo estaba siendo complicado o más bien imposible conseguir algún tipo de contacto visual, como lo recomendaban los manuales de recursos humanos, sino que este Gigante no era de muchas palabras.

-¿Hay algo que no le gusta comer? No se, hay gente que no le gusta el pescado, o las verduras, o el picante, por nombrar unos ejemplos-.

- Me gusta todo-

-Y de beber, ¿le gusta el vino?-

-Si-

-¿Y el chocolate?-

(¡Por fin una sonrisa!)

-Si, me gusta mucho el chocolate-

-¿Y los perros?-

(Silencio)

-Le pregunte si le gustan los perros, sabe es un requisito que le gusten los perros, tengo dos-

-Hum, no, no mucho, los tolero-

-Ah…-

Ambos miraron en diferentes direcciones, ella al suelo, el al horizonte, siendo esto lo que le quedaba mas a la vista. Ella dibujo una línea con la punta de su zapatilla, de izquierda a derecha en repetidas ocasiones hasta formar un arco.

Era esta la quinta entrevista del día, y seguía sin encontrar al candidato ideal. La mirada perdida en ese surco de tierra humada de una noche anterior, el sol se estaba metiendo lentamente, un viento helado acaricio las copas desnudas de los árboles. En ese momento ella lo noto, tenia frío, hacia frío y le calo primero en los pies, después en las manos.

El noto como ella se frotaba las manos buscando un poco de calor, entonces se agacho, a la altura de los ojos de ella, sonrío nuevamente y le pregunto mirándola fijamente.

-¿Tienes frío?-

Ella no respondió, movió la cabeza en repetidas ocasiones de manera afirmativa y con los labios apretados en una clara señal de puchero.

El tomo las manos de ella entre sus manos con mucho cuidado y formo un espacio hueco por donde soplo un poco de su aliento tibio. Las manos de ella entraron en temperatura, un recorrido mas parecido a un hormigueo recorrió la parte trasera de sus orejas, y su respiración se agito levemente. Lo miro por fin a los ojos, se perdió en el iris de sus ojos, aquel abismo negro del tamaño de una uva colosal, sostuvo la mirada como si tratase de adentrarse en el, entonces volvió a preguntarle.

-¿Crees que pudieras llegar a tolerar a Dunia y Maya?-

El volvió a soplar un poco mas de su aliento por el hueco de sus manos y ella cayo en un sueño profundo, el la tomo en sus manos, con la mano derecha levanto el techo de la casa, saco la pijama y la cambio sin olvidar un par de calcetines. Una vez en la cama, la cubrió con el edredón de plumas y con el dedo índice le recorrió la espalda toda la noche.

Ella desperto, lo vio a un lado de ella, el cuerpo fuera de la casa solo el brazo metido en la recamara y el dedo índice al final de su espalda.

Entonces lo contemplo por unos minutos, el dedo, la formación de la uña el justo balance entre la palma de la mano y los dedos, se entretuvo mirando las líneas, la línea de la vida, curiosamente las almohadillas eran prominentes, después se topo con la línea del amor. Descubrió el inicio de la línea, vio los trazos delineados, unas diminutas desviaciones y otros cortes de tajo. Entonces un deseo la invadió, una ansiedad que ella conocía perfectamente la animo primero a confirmar que el seguía dormido así que resultaría casi imposible que se diera cuenta.

Extendió la mano sobre la cama, la vio abierta, iluminada por la mañana, la visión le acelero el corazón y no pudo contenerse.

Recorrió con su lengua el nacimiento de la línea del amor, lo fue probando, llenándose del sabor de su piel y su sudor. Cuando estaba por terminar el recorrido con la afelpada y rosada lengua el despertó de su sueño.

Para responderle la pregunta de una noche anterior.

-Si puedo-

viernes, septiembre 28, 2007

Cielo y Tierra


Y las aguas de Arriba amaron a las de Abajo
y eran las aguas de Abajo femeninas
y las de Arriba masculinas...

¿Has oído, amada?

Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Tú eres el lecho de los ríos y el asiento del mar
y el continente de las aguas dulces
y el origen de las plantas
y de los tiernos o duros o feroces animales
de pluma o pelo o sin pluma ni pelo

Yo soy la lluvia que te fertiliza

En ti se cuecen las flores y los frutos
y en mi el poder de fecundar

¿Has oído, amada?

Nuestro lecho es el Universo que nos contiene

¿Has oído bien?

Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Y mi amor se derrama sobre ti como la lluvia
o como una cascada que cae del sol
rompiendo entre nubes como entre peñascos
y entre los colores del arco iris y entre las alas de los ángeles
como entre las ramas espesas de una vegetación inverosímil

Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo

¿No lo escuchas?

Y aunque digas que sí
tal parece que no porque ahora Tierra
cabalgas sobre mí (en el lecho que es el Universo)
y eres tú el Cielo y tu amor se derrama sobre el mío
como una lluvia fina

Y yo era la Tierra hasta hace unos instantes pero ya no lo sé
porque hemos girado y descansamos sobre nuestro costado
y los dos somos Tierra durante unos minutos deleitosos

Y ahora estoy de pie con los pies en la tierra y los ojos en el cielo
y tú no eres ni Tierra ni Cielo porque te hago girar
con los muslos unidos ferozmente a mi cintura
y eres el ecuador o yo soy el planeta Saturno
y tú eres los anillos que aprendimos en la escuela
y giras

Y ahora somos Cielo los dos y volamos
elevándonos más allá del Universo

Y en lo más alto del vuelo algo estalla en nosotros y caemos
vencidos por la fuerza de nuestro propio ecuador que se ha quebrado
Pero seguimos siendo Cielo aunque yazgamos en tierra

Derrumbados en tierra pero Cielo

Tierra revuelta y dulce pero Cielo

Cielo vencido cielo revolcado pero Tierra


Efrain Bartolome



domingo, septiembre 23, 2007

Se Solicita I


Me asomo por la ventana, una brisa ligera mueve las copas de los árboles, las acaricia. El sol rasgando las pocas nubes que surcan el cielo. Y una inquietante impaciencia camina por estas solitarias calles.
Bebo café, el primero del día, el único de la mañana, miro el reloj que no uso, y trato de adivinar la hora. Hace apenas unos días coloqué el anuncio clasificado.
Aun puedo recordar la expresión en el rostro del despachador: leyó la cabecera de mi anuncio, me repitió la línea separando las sílabas y al final, cuando hubo pronunciado la última, me miró fijamente y me cuestionó si era correcto.
Yo lo reté con la mirada: si alguien conocía mis necesidades... esa persona era yo. Y sí, el encabezado del anuncio era correcto. Me extendió el recibo, me aclaró que saldría al siguiente día y por los próximos siete días, en la misma sección.
Yo di un último vistazo a los datos, la dirección y el número telefónico. Un nerviosismo casi infantil recorrió mis piernas y erizó el vello de mi cuerpo. Abro mi bolso de mano, saco una par de billetes y aguardo el cambio.
Entonces, es justo en ese momento cuando repaso en mi mente los últimos detalles: el lugar de la entrevista, dónde sentarnos cómodamente a dialogar sin ser interrumpidos por miradas morbosas, ¿cómo me debo vestir? Nunca he tenido a nadie bajo mis servicios. ¿Se le habla de usted o de tu? ¿Se saluda de mano o se guarda distancia? Y si nadie responde al anuncio, ¿y me quedo esperando?
Un suspiro más. Cuántos en este inicio del día. Doy un vistazo más a la casa, observo la puerta, el marco, la altura del techo, la fuerza de los muebles. Veo una vez más la silla en el exterior, aguardando.
Observo mis manos, extiendo los dedos. Reconozco el espacio que toman y caigo en cuenta que no es mucho. Que me espera algo mayor, de grandes dimensiones. Doy un sorbo más al café y sonrío al recordar las últimas palabras del despachador:
-Y dígame, ese puesto del Gigante que está solicitando, ¿podría ser negociable lo de las manos grandes? -
Lo miro fijamente. Muerdo levemente mi labio inferior y un brillo inunda mis ojos, a la vez que la sola imagen humedece mi entrepierna, y me anima a responder: -No-.

domingo, septiembre 16, 2007

Si me quieres, quiéreme entera



Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra...
Si me quieres, quiéreme negra y blanca, Y gris, verde, y rubia, y morena...
Quiéreme día, quiéreme noche...
¡Y madrugada en la ventana abierta!...
Si me quieres, no me recortes:


¡Quiéreme toda... O no me quieras!



Dulce María Loynaz

lunes, septiembre 03, 2007

La Ultima Cena


Ma cher apretti,

-¿Recuerda nuestro primer dialogo? Aquel en el que me cuestiono por cuanto tiempo, ¿lo recuerda?-

¿Recuerda mi respuesta? “Bueno, digamos que hasta que a usted se le agote la imaginación”.

La subestime ma cher, su imaginación me clavo las uñas en la región mas noble y me hizo aullar hasta cercenarme el corazón. Y como le comente hace una semana, el amor nos vuelve lastimosamente predecibles.

Hay algo que usted desconoce. A mi regreso a Paris después del nefasto accidente que me tuvo al borde de la muerte, mi Padre, Yamal y yo abandonamos la casa, los viñedos en el Valle de Bekka y regresamos a Francia.

-¡Pourquoi Francois, deux femmes, mes femmes! ¿Morte je ne comprend pourquoi?-**

Me grito dolorosamente por años intoxicado por el dolor y el alcohol.

Después de ese incidente no me permitió tener contacto con nadie, excepto Yamal quien ha sido mi fiel acompañante además de hermano. Esta vida querida, como la he vivido no es vida, sin embargo conocerla a usted fue el bocado mas suculento que jamás imagine paladear.

Esa noche cuando mis labios sucumbieron antes sus labios –ambos- quede convencido que era posible morir de amor. ¿Dudo acaso que la besaría? Ante la posibilidad de la muerte vi la duda reflejada en sus ojos, usted titubeo mi amada, retiro su rostro, yo la tome con fuerza y me fundí en ese beso dulcemente confitado, pero mortal.

Recorriendo sus piernas, su cuerpo, perdido en su piel, su aroma, inicie una lenta agonía de la que me seria imposible recuperarme. Hubiera deseado decirle que mis manos, estas torpes manos eran del tamaño exacto de sus sueños. Y que mi cuerpo estuvo aguardando su llegada por cientos de Lunas...
Nunca quise que conociera el camino, por que después de esa noche, todo esto quedara en el olvido, y usted amada seguirá adelante su vida sin mí.

He girado instrucciones precisas con respecto a usted. Yamal retornara en unas semanas a Paris y atenderá algunos pendientes. Hago de su conocimiento que en vísperas a mi viaje a la Ciudad Luz solicite se le abriera una cuenta vitalicia en la Maison Dior, se que antes de conocerme usted era una entusiasta de la Maison Chanel, sin embargo siempre encontré detestable el desden con el que Madamme Coco hizo uso y desuso de la feminidad, sobre todo cuando cometió el oprobió de imponer los pantalones como una prenda femenina.

Le he pedido a Yamal que quede pendiente de usted –discretamente- y que le haga llegar sin excepción las primeras botellas de la vendimia. Usted no se tiene que preocupar en buscarlo, el permanecerá atento a sus necesidades de manera casi imperceptible.


Ma cher, vous n'êtes pas une apprenti d'un seul hôte à table, ne l'oubliez pas. La vie pour vous est un festin avec infinité de temps mais pour moi, cela a été le dernier répas…*


Francois Poullard

٨ ٣١ ٢٠٠٧




*Querida usted no es aprentti de un solo comensal recuérdelo. La vida para usted es un banquete con infinidad de tiempos, pero usted para mi fue la ultima cena…
**Por que Francois, dos mujeres, mis mujeres! Muertas, yo no comprendo por que?

domingo, agosto 26, 2007

La Ahad Yemoot Min El Hub



Cinco menos cuarto. Miro el auto arribar a tiempo como lo venia haciendo los últimos domingos, de el descendió YG y desde la portezuela alzo la mirada hasta toparse con la de ella, que sin pestañear siquiera se limito a observarlo. Aun sostenía en su mano la hoja con último mensaje que FP le había hecho llegar y que ella no respondió. Y que así leía:

-“Quiero darte a nadie para que vuelvas a mí sin haberte ido”-

Corrió las cortinas blancas se alejo de la ventana. Minutos mas tarde estaba parada frente a YG que vestía el traje gris que tanto le gustaba, el extendió la mano derecha para darle el obligado antifaz, ella dio un paso que la aproximo aun mas a el. Este bajo la mirada y ella aprovecho ese momento para recorrer con sus dedos los labios de el y así dibujar un claro mensaje de silencio a la vez que le devolvía el antifaz.

El trago saliva, se perdió por un segundo en la mecedora que eran las pestañas de ella y le abrió la puerta del automóvil para que entrara.
Una vez dentro se giro y le entrego un pequeño frasco de cristal que contenía un líquido viscoso de color ámbar. Ella le regalo una sonrisa que el contemplo por el espejo retrovisor.

Ahora miraba por la ventana la cortina de olivos que escoltaba su paso, aspiro la humedad del ambiente y miro de reojo el banco de nubes recargadas que tapizaban el cielo. Los ojos de YG se encontraron con los de ella y el extendió sobre su hombro derecho nuevamente el antifaz; estaban próximos a llegar.

Ella tomo el gambox en sus manos, lo miro y sin decir una sola palabra se lo coloco. El automóvil detuvo su marcha, la puerta se abrió, una corriente eléctrica la recorrió al sentir la suavidad de esa bella mano que le era familiar.

Caminaron en silencio a la cocina y ahí junto a la mesa de preparación le retiro el antifaz y en un gesto audaz en el, aparto con la mano izquierda un mechón de cabello que le cubría la frente.

La lista de ingredientes que días antes había hecho llegar a YG estaban sobre la mesa, ella reviso minuciosamente cada uno de ellos y una sonrisa afloro en sus rostro, acto seguido tomo el control de la televisión y la encendió.

El lino crudo había sido una buena elección, le sentaba bien con el tono de su piel y su cabello. Sentado frente a la pantalla FP con una mascada de color azul cubriéndoles los ojos reaccionaba al sonido de la televisión.

Movió su cabeza en ambas direcciones, aspiro en más de una ocasión como si pudiera llenarse de la fragancia de ella a través del monitor. Muy a pesar de las circunstancias tuvo ánimo de sonreír y darle la bienvenida con estos versos.

el viento me ha traído
tu nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña…
no te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!*


Ella guardo silencio. Aprovecho ese momento para recogerse el cabello y vestir la tradicional chaqueta blanca de corte mandarín y botones ribeteados, remango lentamente las mangas y miro de reojo la pantalla. El sentado en posición de flor de loto, el comedor desprovisto de muebles, como ella lo había solicito, el piso cubierto por una enorme alfombra persa de seda en tonos azules, verdes y carmín traída desde la región de Ferahan un bello ejemplar sin duda del anudado asimétrico Farsbaft.

Los ojos de ella descansaron a través de la pantalla en los de YG y este, parado a un lado de FP sostenía en sus manos un incensario con trozos de bukhour que el, a petición de ella había conseguido en la mezquita sunita a las afueras de la ciudad.

Coloco el incensario a un lado de el, este reacciono inmediatamente al fino hilo de fragante humo que danzaba en movimientos contorneados y lentos. El giro la cabeza a la izquierda y de una de las bolsas de la dishdasha que le hicieron vestir, sustrajo un misbah de cuentas ámbar de un tono oscuro casi chocolatazo. Y paso las cuentas entre sus dedos como si se preparara a rezar.

-cuando era un niño mi padre hizo traer un nodriza del norte de Palestina para que me amantara. Temía que no sobreviviera la fiebre que sumergió a mi madre en un sueño profundo del que no despertó. Ella me llamaba Sarim; el pequeño león. Me amamanto hasta los siete años cuando mi padre quedo convencido que nada podría sucederme.
Amal, era su nombre; la de la esperanza, se hizo cargo de mi como si fuera su sangre, y a su sangre la privo de la leche y la miel que emanaba de sus pechos y que yo bebí por tantos años recostado en su cama, en su lecho-.

Y mientras decía estas últimas palabras dirigió su voz en dirección a YG quien con la mirada cristalizada simplemente cruzo las manos al frente en un acto sombrío de claro abatimiento y añoranza.

Ella no rompió el silencio se limito a tomar los primeros ingredientes de la cena y apresurarse en la preparación. Esta noche se rompería con la tradición europea de los tiempos y la cena con todos sus componentes seria servida en un solo tiempo, y siguiendo la estricta tradición.

Lo primero seria la elaboraron de la Mezza que incluiría los siguientes aperitivos.

Un vaso de Laven fresco servio en vaso alto con una hoja tierna de menta

Un platón con Hummus, o puré de garbanzo servido en plato ovalado, con el dorso de una cuchara dibujaría un canal en el que vertería un poco de aceite de oliva y páprika dulce en polvo sin olvidar las aceitunas negras al centro a modo de decoración.

Un platón de Baba Ganouj o puré de berenjenas asadas, servido también en un plato ovalado que es decorado con el dorso de una cuchara pequeña en múltiples circunferencias.

Una charola con Khoubez de harina de trigo integral recién horneado

Un plato de aceitunas multicolor preparadas con especias aromáticas

Un plato pequeño con Toum o aliño de ajo

-sabe mi pequeña aprentti, lamentablemente el amor nos hace predecibles-.

Y justo al terminar de decir estas palabras unió las dos palmas de sus manos y recito en voz baja:

-Bismillah Ar-Rahman Ar-Rahim-

Y mientras el decía estos versos en voz alta los labios de YG en un acto mímico y silente repitieron los mismo versos de memoria. El dejo descansar su espalda en una de las almohadas que decoraban la habitación, apresuradamente y en un gesto más paternal que servil YG coloco perfectamente centrado un mullido cojín en la espalda de FP.

-conoce usted el proverbio árabe que dice: “Una mesa sin vegetales es como un hombre sin sabiduría” espero que haya tomado en cuenta ese sabio refrán para preparar la cena de esta noche así como las estrictas reglas del sacrificio de los animales-.

De nada estaban sirviendo los esfuerzos por hacerla hablar, por el contrario su voz fue opaca por las dolorosas notas de un laúd andalusí, seguidas de un qanun así como un par de flautas y violín que acompañaban los versos del poema de la fuente de Lindarajá de Ibn Zamrak.

Ensaladas.

Fatouch ensalada fresca a base de hojas de lechuga romana peino persa, tomate y perejil de hoja plana.

Taboule ensalada fresca con trigo desquebrajado, perejil de hoja china, tomate, cebollinas, pepino persa y aceite de oliva y limón.

Los platillos principales serian los siguientes.

Seyadieyeh Bil Samak, filetes de cazón asado en salsa Tahiní o ajonjolí y jugo de granada.

Bandeja de Pilaf con piñones tostados, pasas sultanas y un toque de azafrán iraní.

Bandeja de Mihshee Kousa, calabaza rellena de arroz y cordero molido sazonado con ajo, cebolla, tomate y jugo de limón.

Plato de Mjadara y Burghul, lentejas cocinadas con trigo y aceite de olivo

Plato de Bebamieh Bi Zayt, tiernas okras sazonadas con culantro y ajo

-¿supongo que usted sabe que jamás bebo vino con esta comida? Pensara que es una ironía no beber Fuqqa o Nabihd con estos alimentos, pero suelo ser muy respetuoso de las tradiciones. Y la tradición obliga a no beber jugo de uva o cebada que puede nebular la mente del hombre. Y hacerlo que se olvide de Dios-.

Ella volvió a mirar de frente el monitor, se quedo por unos minutos contemplando el ángulo de la barbilla los pómulos, la frente, el nacimiento del caprichoso cabello que le caía en un rizo de manera despreocupada del lado derecho, el nacimiento de una barba que hacia solo una semana le habían recorrido los muslos dejando un rastro lacerante en su delicada piel.
Contemplo sus manos sus brazos miro de nuevo a la pantalla y suspiro profundamente. En el podía reflejarse por completo, viendolo así, indefenso y a la vez tan incólume. En el reconocía la herida lacerante que la había marcado hacia unas semanas en esa misma cocina, verlo así vulnerable tan en sus manos la hacia pensar en ella y en el temor que le provocaban esos labios y la serpiente que los habitaban.

Finalmente arrojo cuatro semillas de cardamomo a la infusión de te y dio un vistazo a los postres.

Charola de bocadillos de Knefeh, preparado con mil hojas, queso, miel de azúcar y limón.

Charola de datiles rellenos de nuez de castilla

Rodajas de cuarto menguante de melón fresco

Awamette, pequeñas bolitas de masa en jarabe de azúcar con agua de flores de azar

Cuando hubo terminado todo el menú, dejo sobre la mesa de preparación la toalla con la que se limpio las manos y se dirigió al cuarto continuo a la cocina. Una vez cambiada abrió la puerta y ahí estaba el, aguardándola como siempre, tomo de nuevo su mano y ella se dejo guiar hasta el comedor donde la esperaba FP.

El ambiente estaba perfumado por las maderas preciosas que crujían contra el fuego, la luz tenue daban un tono aun mas dramático a la recién instalada decoración, las paredes habían sido recubiertas de pesados brocados y en el techo se había instalado un abultado cielo ceñido al centro de donde emergía un elaborado candil.

Los platones de comida habían sido colocados en el piso cercanos al comensal, frente a el un plato de terracota laqueado, y siguiendo el estricto protocolo no se colocaron cubiertos. Unas copas para verter el agua fresca y los jugos de granada e higo. A su lado izquierdo un recipiente en metal con agua y una sola rodaja de limón para que el se pudiera limpiar los dedos entre degustaciones.

Ella recorrió cada detalle del comedor la colocación de cada platillo y finalmente la intensidad de la luz. El noto su presencia por un lejano cascabeleo que anunciaba la proximidad de su fragancia

Beatrix apenas pisando la suave alfombra con los pies descalzos se paro frente a el cubierta apenas por un velo oscuro con un cinto ceñido a la cintura en plata. El torso completamente desnudo únicamente revestido por un intrincado diseño en el más puro estilo filigrana en henna que cubría sus brazos, su espalda, sus senos, sus piernas y sus manos.

Ella se acerco lentamente a el, dejo que la respiración de el empañará el cristal de las copas, acaricio con sus dos manos su rostro, sus mejillas y beso lentamente los ojos vendados, bajo por su cuello en un solo trazo con su lengua y subió de nuevo hasta remolinarse en el hueco de su oreja y humedecerla. El respondió con un gemido infantil y desesperado, pero ella cerro sus labios con su mano, nuevamente lo tomo de los hombros y reconoció el largo de sus brazos, la suavidad de sus manos y sus dedos delgados.

De un movimiento suave lo recostó y subió la disdasha que lo cubría y dejo al desnudo sus firmes piernas. Acaricio los tobillos y la planta de los pies, con dos manos tomo el pie derecho y lo elevo a la altura de sus labios y recorrió sus dedos con la punta de la lengua, humedeciendo uno a uno esos dedos hermosos. Y el se estremecía al contacto de su tibia lengua con su piel, el hacia esfuerzos inútiles por detener esa laceración. Gemía y se retorcía tratando de tomar aire.
Ella acaricio lentamente con sus dos manos las pantorrillas cubiertas de ese grueso vello subió por los firmes muslos y clavo sus uñas en las redondas nalgas, el respondió con un quejido seco mas parecido al clamor que al placer. Sus dedos encontraron el nacimiento de sus ingles y su lengua recorrió esos surcos una y otra vez. Entonces pudo sentir su dureza, la vio crecer frente a sus ojos, emerger casi de manera amenazante, la vio hincharse, y sostenerse. Ella con su mano derecha lo tomo con suavidad y lo llevo a sus labios y encontró su acomodo entre la afelpada alfombra de su lengua y el domo de su paladar.

El tensaba sus piernas y apretaba las nalgas mientras sus manos acariciaban el pelo de ella y trataba de murmurar insólitas palabras de amor. El vaivén de su boca lo tenia en un espasmo mezcla de placer y dolor, ella entonces contagiada por su agitación, se monto sobre el, sintió la embestida y las suaves manos recorriendo su grupa, minutos antes lo había detenido cuando en un arranque de desesperación estuvo a punto de arrancarse la venda de los ojos, ella elevo su cuerpo al ritmo de un carrusel, y giro sus vientre hacia fuera y hacia dentro, mientras acariciaba los pequeños y duros pezones de el.
Ambos cuerpos cubiertos de una ligera capa de sudor y saliva, el buscaba con desesperación los labios de ella, pero a cada intento ella los retiraba, y se contorneaba con mayor fuerza, como si siquiera despojarlo de el mismo.

En un movimiento totalmente inesperado y brusco contrajo su pelvis y el sintió la presión y estallo en un solo grito y se dejo vencer con el cuerpo tembloroso y frágil. Ella hecho su cuerpo sobre el y descanso unos minutos con la respiración agitada. Mezclando una vez más sus humores.

Unos minutos mas tarde se retiro y el alargo su brazo tratando de detenerla pero ella lo rechazo, se sentó frente a el y en eso YG se aproximo y le retiro la venda.

El la pudo por fin contemplar desnuda, lo que nunca imagino fue la sorpresa al descubrir el tatuado temporal en henna que cubría su cuerpo. Acerco una de las velas y observó a detalle el diseño, ella sentada frente a el en silencio.

Entonces sin hacer caso a los platos de comida la examino una vez mas y un escalofrió recorrió su cuerpo. Y lo hacia desear aun mas un beso de sus labios, ella tomo en sus manos el pequeño frasco de cristal que YG le había entregado, lo abrió y cubrió uno de sus dedos con el viscoso líquido de color ámbar. El la miraba atónito, un golpe ligero a miel invadió el comedor, ella llevo el dedo a sus labios y los cubrió por completo de esa miel. Un escalofrio recorrio la espalda de FP su garganta empezó a cerrarse, la respiración entrecortada le dificultaba hablar. La ultima vez que había experimentado un ataque parecido a este fue antes de regresar a Francia, siendo aun niño, los dos jugaban en el jardín, tras los naranjos, de manera accidental golpearon con una vara un panal de abejas y el enjambre se dejo caer sobre el mayor de los dos, quien grito horrorizado. Al escuchar los gritos de auxilio Amal corrió a rescatarlo antes de que muriera sofocado por la ponzoña de los aguijones.
Hasta el día de hoy el solo recuerda la habitación del hospital donde estuvo internado por dos semanas, los bracitos carcomidos por el efecto toxico que las abejas le producían. Llamo lastimosamente a Amal, imploro buscar consuelo entre sus senos, pero ella nunca acudió al llamado, junto a el en silencio con la cabecita gacha y las manitas cruzadas al frente Yamal Ghiyath, sin poder imaginarlo siquiera, el significado de sus dos nombres marcaba su destino de niño doblemente huérfano.

Entonces el miro a los ojos a su fiel acompañante y en una voz apenas audible le dijo:

-¿Laish Yamal Ghiyath?-

A lo que el le respondió.

-La Ahad Yemoot Min El Hub...-

Glosario:

*Poema de A. Machado

Mezza: Grupo de aperitivos

Bukhour: Incienso de maderas preciosas o resina

Fuqqa: Cerveza de los tiempos biblicos

Nabihd: Vino elaborado segun la tradicion biblica

Misbah: Rosario de cuentas que se utiliza para rezar o pasatiempo

Dishdasha: Vestimenta tradicional masculina de una sola pieza, generalmente elaborada de algodon, lana o lino.

Laish: Por que?

Yamal: nombre propio significado, Uno de los gemelos

Ghiyath: nombre propio significado, El que Asiste

Bismillah Ar-RahmanAr-Ra Him: En el nombre de Dios, el compasivo y misericordioso

La Ahad Yemoot Min El Hub: "Nadie muere por amor"



martes, agosto 21, 2007

Un Maridaje Adecuado: Los Taninos Han Dejado de Existir…




Las “Nebbiolo” son así: mitad niebla, mitad amanecer, pensó. Conocía de sobra la cepa que producía ese vino opulento en extractos astringentes, cuya estructura aterciopelada y voluptuosa la encendía y la dejaba así: En una neblina inmisericorde, en el vaho de sus pensamientos más etéreos.

Lo único que recordaba de la comida interrumpida antes del sexto tiempo era eso. Un monstruo sin cabeza que le devoraba sus entrañas y una ducha proverbial de un auténtico Barolo Piamontés, DOCG di Reserva Numeratta, sobre su pubis: monte de Venus envinado, haciendo las veces de un bocatto di cardenale.

- Travaglini Gattinara, 1978 – Había reconocido ella, justo al seleccionar el recipiente donde serviría tal tesoro, avalado por la vinicultoría internacional como la mejor cosecha de la historia italiana. Por supuesto, sin dejar de ver al monitor de reojo, bajo la lupa siempre ácida de FP.


- Los vinos van con lo que el comensal gusta, no con lo que dice la etiqueta y esto es lo que me produce placer, con tu comida orientaloide – precisó lapidariamente el galo.

Antes de la primera degustación, antes del cataclismo que la sumió en aquella neblina extracorpórea que le iba a durar toda la vida, antes de aquel dulzor tanínico en sus mejillas; él, llevó su nariz al borde de una copa con bastante superficie -ensanchada más en la base y en forma de tulipán holandés-, que necesitaba tal vino para liberar sus extractos de carácter. Con la distancia de su experiencia, cerró los ojos; acarició el aroma estructurado y voluptuoso del líquido rojizo: jugosas zarzamoras, ciruelas de tonos castaños, cerezas negras de Moscatel, dulce de membrillo, y hasta un extraño sabor a cuero ahumado, cacao y café, aperfumado de pimienta blanca se le mezclaron en su memoria. Dio un primer sorbo y con una sonrisa dejó entrever que había llegado la hora. Infló los carrillos, pareció enviar un beso al monitor e hizo los buches necesarios para que el paladar le dictara un diagnóstico certero, observó el color inclinando la copa al trasluz y con la redondez de un pecho en sus ojos, sonrió:

- Poco tanino para una noche tan especial, un 80% de serp’tuínas alcanzarán para recordarte toda la vida – Le dijo con una voz que le obnubiló el pensamiento de nuevo a la apprenti para siempre.

Y eso había sido todo, porque fue cuando decidió salirse del monitor, atravesar la pared otrora infranqueable, meterse a la cocina como si fuera realmente de él y no dejar terminar los múltiples tiempos de la comida que ella tanto se había esmerado en preparar. Ni el Ho Yip Faan, las esferas de arroz y pollo al vapor envueltas en hojas de flor de loto, habían sido suficientes para advertirle de la hecatombe que le produjo tal oleada de acercamientos… tal ducha de taninos!

Ya habían pasado varias horas, las contaba. Los taninos entre otras cosas sirven para sanar las heridas que no sana el tiempo, pensaba. Son buenísimos para la piel y bloquean hasta la absorción del hierro de algunos alimentos como las carnes rojas. Pero sobretodo sirven para la memoria, pero para la memoria del corazón, para que nunca se le olvide funcionar; recordaba, mientras una hamaca lunar en luminoso octante les mecía.

Los labios - antes, más dulces que resecos- humedecieron el amanecer albo, que adornaba el torso de la Apprenti. La lengua se le quedó pegada al paladar, como una “marea amarga”, una sensación que ambos gustaban de experimentar como excelentes sommeliers que eran.

La recamara principal le había gustado tanto como la noche misma. En su cabecera un Manet, hacía una alusión a los bebedores de Ajenjo distraídos. Dos claroscuros de Gentilleschi y Caravaggio adornaban un fino y bien cuidado ventanal francés por el que ella, aún desnuda y envuelta en la camisa de él, decidió volar; mariposear por su jardín de girasoles al mejor estilo de Van Gogh y regresar a las sedosas sábanas de una mañana nublada y gris como las de San Gimigniano, la tierra de las mejores vendimias de uva Nebbiolo. Realmente parecía contenta, sonriente, hasta alcanzó a pensar que platillos prepararle en una próxima ocasión… cómo sorprenderlo y cómo no dejarse sorprender.

Entonces fue cuando entendió que el tiempo no era lo mismo que el espacio y viceversa, y fue cuando lo pudo contemplar, aún tendido en la cama, dormido, desnudo y con el pelo revuelto.

- No, no me puedo quedar - susurró ella, mientras se cambiaba de camisa.

Y esa fue su primera intención y también su decisión más precaria.
F.P, se levantó tan rápido como pudo, le imploró, le dijo que ahora, él cocinaría unos Chalotes Multicolores que había traído de Marbella, y que pensaba rellenarlos con chuleta de buey y acompañarlos con unos Espaguetis cualquiera a la Trufa, eso le dijo.

- No! – Respondió en el colmo de un arranque con tintes histéricos aún desconocidos para ella.

- Y quiero que el hombre del traje gris, YG, me lleve ahora a mi casa! – exigió.

No había nada que hacer. Caminaron por un largo pasillo que desembocaba a la cocina donde ella sentía que había dejado su corazón por siempre. Miró hacia la pantalla que antes la veía con ojos de cirujano, ahora le parecía más que lejana. Ahora no la entendía, necesitaba tiempo para pensar, qué clase de trabajo iba a aceptar, eso era lo que tenía que resolver, de forma más inmediata que la aireación de un vino joven. ¿En que iban a quedar sus, tan finas condiciones de apprenti?…

A su salida, y antes de subirse al auto. Se le ocurrió saber el porqué del tono del uniforme de YG, pues simplemente le gustaba y de esa forma quería hacérselo saber. Hizo un ademán de pregunta importante, como si realmente le fuera a hablar de amor a FP y se sintió tan segura de sí misma, que olvidó por completo las reglas de cortesía elementales con su anfitrión.

- Es por aquello de “La podredumbre Gris”, la epidemia de la vid, que acabó con todos mis viñedos antes de conocerte; pero también es, el reflejo de mi vida misma – Le contestó el celta con una solemnidad tan devastadora que ella, simplemente… lo ignoró.

El camino de regreso, como siempre en silencio, la llevó a tumbos a sensaciones y recuerdos insospechados y trepidantes. El “nebbiolo” humedeciendo aún más su pubis pero atemperando la calentura descomunal de su vientre, la bandeja de plata al centro de la mesa redonda y su mantel de brocado donde ella entendió la importancia de sus muslos… la respiración entrecortada de ambos:

- Los taninos, han dejado de existir y las heridas también. Ese sí que fue un maridaje perfecto! – Pensó ella mientras YG, el hombre del traje gris, contemplaba su alegría mirándola por el retrovisor.





Y.G.