viernes, mayo 27, 2005

Anoche soñé contigo

Anoche soñé contigo.
Venias envuelto en una enorme maraña de caramelo como las que me enseñaste a hacer cuando el azúcar alcanza la temperatura y el tono ámbar que tanto te gusta. Una procesión de ollas y sartenes de cobre me anunciaron tu llegada y fue una cítrica brisa la que termino de despertarme.
Señor de los Cacaos el de rosadas y hermosas manos, el guardián de todas las mieles y el hortelano de las flores comestibles.
Por la mañana enormes columnas de fragante pan testificaban tu noctámbula aparición, y en mi cama la imborrable huella que dejan las cerezas.

Beatrix

viernes, mayo 20, 2005

De la A a la Z

Debe tener un nombre esto de no tenerte. Un nombre me imagino, debe dársele a este no estar. A permanecer en la espera, esto de aguardar a que llegues con los últimos nubarrones de la primavera.
En el grueso volumen del diccionario de la A a la Z se ha de encontrar la palabra con la que habré de nombrar la falta de ti.
Y tú sabias que llegarían estos días trazados con las cenizas y el desaliento, me lo dicen ahora las evocaciones, algo en ti me anunciaba el arribo de los tiempos turbios. Y fue el cobalto un torbellino de destrucción a su paso.
Vamos a darle un tono irónico a esto del dolor, vayámonos riendo de los ojos infestados de lágrimas, otorguémosle un espacio eterno en la alacena a la melancolía.
Algo habré de hacer para aminorar tu ausencia mientras arrastro y me tropiezo con el lazo satinado de mi zapatilla roja. Por que la intuición es una voz susurrándome al oído, y no el amargo nudo que se forma en la boca de mi estómago.
Yo tenía una cocina donde tú y yo parimos el más fragante de los panes, fue en nuestra cocina donde la esencia de la canela y la ralladura de la naranja se mezclaron para dar sabor a los besos que me habrían de despertar por las mañanas. Fue bajo el techo que era y ya no es, donde una lava rabiosa de azúcar busco como destino final mi tibia carne, y fueron tus manos, tu dedo, un filo de navaja goteando púrpura de sueños.
Y ahora, camino entre los despojos que tu paso dejo y hago el recuento.
Y eres tú ese manchón encarnado que dejan las cerezas en los paños almidonados después de las fiestas de guardar.
El blanco moho en el más fino cacao y la rancia cristalización en la fruta seca.
Una colonia de gorgojos infestando las blancas moliendas hasta hartarse, la silenciosa humedad en el tarro de sal.
Toda la luz contenida en el fuego y los millones de años que tomará la formación de una plancha de piedra caliza.
Eres un mil platos, vasijas, tazas y tarrones que llenar de recuerdos. Cajones, gavetas, puertas y escondrijos donde resguardarte de las miradas maliciosas de los que no creyeron que vives. Rincones, recovecos, esquinas y retablos por donde encaminar tus pasos.
Y yo seré todos los días del almanaque aguardando la vibración que tu pisada provoca, seré un trozo de madera anhelante en el vientre de un horno de piedra, el azúcar que alimenta la ávida fermentación, la húmeda lengua que recorre El Todo que crece en ti.
Y seré la que no encontró palabra alguna para nombrarte, el doliente palpitar hasta la llegada del próximo equinoccio.


Beatrix

viernes, mayo 13, 2005

Danzón numero 2

Si lo tuyo y lo mío no fuera la cocina, te invitaría a bailar un danzón.
Verte vestido con guayabera blanca en vez de la tradicional chaqueta de botones ribeteados y manga estilo mandarín.
Yo te sorprendería con un par de zapatillas rojas de tacón corrido y lazos en los tobillos de satín.
Si no fuera por este gusto arraigado que compartimos por las mezclas, los betunes y el chocolate, te retaría a dar unos pasos al centro, al frente, al la izquierda y a la derecha sin salirnos del mismo cuadro.
Tú dejarías a un lado el batidor y tus manos me tomarían de la cintura y mis manos encontrarían su descanso sobre tus hombros. Y acompasados, al ritmo de los acordes yo me embriagaría de tu olor y tu sudor, a cambio, te regalaría la fricción de mi cuerpo en cada movimiento y un par de risas nerviositas.
Tengo ya tiempo que siento el roce accidental de tus manos en las mías, cuando incorporamos las mezclas a la hora de hornear, o cuando tus dedos me dan a probar un poco de betún o chocolate, hace ya algunos meses que tus pies le marcan el ritmo a mis pasos que sin perderte de vista te siguen por los rincones de esta cocina.
Ven acércame tu mirada, clavalá a la altura de mis ojos y sin decir palabra hazme girar frente a los hornos de arcilla y las hornillas de carbón, tómame con firmeza de las caderas y hazme sentir las notas altas de la melodía en cada paso que me vayas indicando.
Y siento tus manos posadas sobre mis hombros, mi respiración se agita y transpiro, ¿lo notas? Y tu aliento en una lengüeteada de fuego en la parte mas noble del lóbulo de mi oreja y tu voz llega de lejos, arrastrando los acordes de un danzón que bien podría ser el numero dos.
-Estás distraída, tienes que concentrarte en el punto exacto del azúcar-
Te veo alejarte de mi, tu espalda, tu nobles hombros y tus piernas me tientan a dar unos pasitos mas, arrastrar tan siquiera un poco la punta de mis zapatillas, a girar tan solo un poco las caderas y a desearte un mucho en esta tarde tropical.
Y conforme te me pierdes en una nube de azúcar yo contoneo mi cuerpo siguiendo las figuras caprichosas de humo del tabaco y los acordes que llegan del interior de una botella de ron.


Beatrix

viernes, mayo 06, 2005

Lo sé, yo me pertenecía

Lo sé, yo me pertenecía.
Cuando desconocía las formulas y las medidas exactas. Digo me pertenecía como quien habla de un pasado. Y ahora, yo camino a tu lado y a tu lado se transita por el territorio del ya no más.
Y he venido esta mañana con el cabello aun húmedo a decirte lo que he visto a través de tus ojos, a darte los buenos días transpirando tu fragancia.
Y tus ojos son un par de dagas y yo te quiero decir que hay cosas que nacen y se vuelven mariposas en la boca del estomago, y que de no ser por el ombligo estaría llena de ellas.
Y solo entonces, cuando dejan de existir las palabras tú me hablas en la única lengua que comprendo, y son tus brazos las frases mas claras.
He venido a intoxicarme de tu mirada, de tus hermosas manos, de la amplia frente, y si, también de cobalto.
Vengo siguiendo el camino señalado con pepitas de obsidiana que me vienes trazando, vengo con paso firme tras la estela de vainilla y clavo, alimentándome de avellanas y fruta seca.
Vengo en busca de tu dulce y enmielada crema, vengo rastreando tu piel miel de jazmín, el amargo cacao, y la caña de azúcar de la que habré de tomar.
Y la mañana en ti se aletarga, y no importa que afuera los abejorros zumben estrellados en el cristal, tu tomas entre tus manos lo que queda de mi, y soy el cuarto menguante en el nacimiento de tus uñas, el pliegue de piel que protege tus rodillas, el párpado que le da descanso a tus ojos, la almohadilla que se forma en tus labios, toda tu lengua, y los nervios mas finos que recorren tu cuerpo.
Y llega el fino polvo de oro del mediodía y hemos embriagado la casa del dulce aroma que escapa del horno y tu mano le da vida a un minúsculo torbellino en la taza del café y yo me asomo por las rendijas de tus ojos y me descubro placida junto a ti.

Beatrix