domingo, julio 29, 2007

Anuncio Clasificado

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Solicito cocinero (a) personal, interesado (a) favor de comunicarse a la siguiente dirección de correo electrónico y enviar adjunto generales.

F.P.
Mi abuela decía que cuando una mariposa revoloteaba por la puerta de tu casa y entraba era portadora de buenas noticias. Un día te dije eso y me miraste por largo rato, el cobalto de tus ojos se contrajo y sin decir palabra saliste de mi cocina, para no volver.
Esta mañana una mariposa monarca revoloteo nuevamente por mi puerta.

-esta mariposa me dije, trae buenas noticias-Con el primer café del día me siento frente a la ventana y disfruto de un sol niño que a regañadientes esta iniciando su ascenso, lo inusual en mí: hojeo el periódico.

En la primera plana del clasificado leo un anuncio brevísimo y sin grandes explicaciones, solicitan un cocinero. Pienso de nuevo en la mariposa y sin darle muchas vueltas al asunto redacto el siguiente mensaje.

Estoy interesada en el anuncio que aparece en la plana del clasificado solicitando cocinero, adjunto a este mensaje envío mi currículo. Gracias. Beatrix

Tú me enseñaste que cocinar es un acto de amor, que es indispensable conocer al comensal, siempre me hablaste de la importancia de entender sus gustos, sus preferencias. Decías: es como hacerles el amor, tienes que saber como tocar, como acariciar, como elevarlos al cielo con un platillo.

Si la persona del clasificado responde a mi mensaje recordare hacer varias preguntas, la mayor cantidad de preguntas posibles…

El mensaje de respuesta era corto y se leía así:

Interesado en contratar sus servicio. Mi chofer pasara por usted a la dirección que me indique el próximo Domingo 29 de Julio, le recuerdo que la cena debe ser servida a las 7:16 PM hora del pacifico. No es necesario traer equipo, no vista chaqueta blanca.
Por ultimo, No puede cocinar cerdo, ni utilizar los siguientes ingredientes en ninguno de los cinco tiempos de la cena: café o chocolate.

Gracias

F.P.

Cinco tiempos…leí bien quiere una cena en cinco tiempos…y no puedo llevar nada…y tengo que ir sin ¿chaqueta blanca? Pero es la única que tengo, y no le gusta el cerdo, será alérgico o tal vez motivos religiosos. Pero eso del café y el chocolate es verdaderamente de locos.

Durante días trabaje afanosamente en la creación del menú, cinco tiempos, todos ellos balanceados, todos ellos en completa armonía, una orquesta de sabores y sensaciones en su paladar. ¿Pero como era ese hombre misterioso de las iniciales? Logre hablar con el en una sola ocasión. Le pregunte por que me eligió a mí, imagine que era por mis estudios de arte culinario, no cualquiera tiene la suerte de estudiar con Chefs dos y tres estrellas Michellin. Pero esta fue su respuesta:

-Su currículo debería ser seriamente revisado por alguien, hay una cantidad casi ofensiva de faltas de ortografía y falta de puntuación, en cuanto a sus estudios, quede más impresionado en la experiencia de sus maestros que en la suya. Que por que la contrate, muy sencillo, usted fue la única que respondió el anuncio clasificado. La veo el domingo sea puntal-


El chofer del señor F.P. arribó puntualmente por mi a las 3:30 de la tarde, tengo exactamente tres horas para hacer la cena y preparar todo, revise mentalmente la lista de ingredientes que con días de anticipación le hice llegar, el corte de carne, los mariscos, las verduras, frutas y el vino.
Antes de salir di un último vistazo a la casa y tome el estuche de piel donde transporto los cuchillos.

El chofer del señor F.P. me dijo:

-el señor me pidió que le recordara que no podía traer nada-
-son mis cuchillos de trabajo, sin ellos no puedo trabajar-
-la cocina esta equipada-
-no lo dudo pero sin mis cuchillos no puedo trabajar-
-le aseguro a usted que no tendrá problemas para trabajar, pero no la puedo llevar con ese estuche-


Me sentí totalmente desprotegida abrace en un gesto infantil mi estuche de cuchillos, este fue un regalo tuyo, mi cuchillo de diez pulgadas no se trabajar sin el, pero era claro que este hombre no me subiría al carro con este estuche.
Abrí de nuevo la puerta de la casa y deje el estuche junto a la mesa, di un último vistazo a mi cocina y cerré la puerta solo para seguirlo hasta el automóvil.
Una vez dentro del auto se giro y me extendió con la mano derecha un antifaz negro.

-¿y esto?- pregunte mas que asustada
-medidas de seguridad-
-¿mías o de quien?-
-del señor señorita, claro que del señor


Sostuve el antifaz por un minuto en mis manos, jugué con el elástico entre mis dedos de manera nerviosa, esto me estaba asustando, por que habría de cubrirme los ojos, a donde iríamos…pero en eso recordé la mariposa en la puerta de mi casa y me dije:

buenas noticias, ella traía buenas noticias-

Y mientras me repetía eso, me coloque el antifaz cubriendo totalmente mis ojos.
Perdí la noción del tiempo, sentí cuando el auto paro su marcha y la puerta izquierda se abrió, el chofer del cual tampoco conocía su nombre, tan solo las iniciales grabadas en el sector izquierdo de la chaqueta en letras romanas se leía: Y.G.
Tampoco me permitió removerme el antifaz, me tomo me la mano y guió mis pasos hasta que llegamos a la cocina y ahí me lo retiro.

Mis ojos adoloridos por la luz trataban de acostumbrarse a esta nueva condición.
La cocina era muy amplia e iluminada, al centro había una mesa de preparación con base de nogal y una plancha de granito. La estufa de ocho hornillas y dos hornos a un lado, un refrigerador y un congelador, así como tres lavabos y anaqueles perfectamente ordenados con todo tipo de especias e ingredientes.
En la mesa de preparación había un estuche de piel igual al mío, dentro un juego nuevo de cuchillos Wüsthof, incluido el de diez pulgadas con mango de madera. A un lado del estuche una bolsa, en ella había un uniforme en verde con mi nombre bordado en el lado izquierdo en hilo azul. Era de mi medida…frente a mi estaba una pantalla de plasma de 29 pulgadas, tome el control y la encendí.

-¡Bienvenida! Espero que la cocina este lo suficientemente equipada, dispuse que ciertos procesos fueran realizados previos a su arribo, nada que afecte su preparación, simplemente le facilite ¿como es que dicen estos petulantes franceses? “Mise an place”
Espero que no le importe que la observe mientras trabaja, pero encuentro fascinante el proceso de la creación culinaria, además por que desaprovechar esta oportunidad para conversar-


Aturdida aun y sin saber bien que pensar y hacia donde dirigirme cuando hablaba le dije que no me importaba, en la pantalla solo se veía su espalda y la mesa ya dispuesta, pero todo estaba en penumbras, miro a un lado y veo una botella de Nebbiolo cosecha 1999 y antes de poder decir nada lo escucho decirme.

-Esa botella es para usted, por casualidad me entere que ese es el vino de su elección, no vaya usted a pensar que pienso arruinar mi platillo principal con un vino de esa edad y cosecha. Pero por mi no se detenga, que el tiempo vuela.-


El tiempo vuela…esa última frase creaba un eco en mi cabeza, agarre la chaqueta y me fui a cambiar. Regrese lista para trabajar, una copia del menú descansaba en la mesa así que fui tomando en orden los diferentes ingredientes.

Primer tiempo.

Una cuchara sopera adornada por un ostión y perlas blancas de caviar en salsa Sabayon, acompañados de una copa de vino Blanc de Blanc de la casa Pierre Peters.

Segundo tiempo.

Pudín de aragula y alcachofa acompañado de una guarnición de trufa negra invernal y ajo imperial.

El tercer tiempo es…-en eso la pantalla me habla.-

-dígame Beatrix, por que eligió ¿ese menú? Me llena de curiosidad, cualquiera diría que usted se preparaba para servir una cena romántica, ¿acaso es usted de las que cree que el amor llega por el estomago?-
-bueno, deje le explico…-
-No Beatrix, la respuesta no es para mi, a mi no me interesa conocer su respuesta, esa es para usted, pregúntese cuando fue la ultima vez que la gastronomía le trajo al amor. Y vera, que cuando sea honesta con su repuesta sabrá que el estomago es el órgano mas ingrato que tenemos los seremos humanos, mucho mas que el corazón, los genitales y la misma memoria.-

Por un momento pensé en ti, en la ultima vez que cenamos juntos, aquella noche estaba segura que después de degustar como lo hiciste ese plato de codornices en curry rojo y berenjenas asiáticas jamás te irías de mi lado, y sin embargo…

Tercer tiempo.

Hojas tiernas de espinacas con gajos de naranja-mora y confitura de tomate tricolor, aliño a base de una emulsión de Dijón y aceite Sicilia.

Cuarto tiempo.


Medallón de cordero con guarnición de flores de brócoli y hongos silvestres, puré de papas marmoleado con salsa Bordelaise.
Acompañado de una copa de vino de la región de Bordeaux, un Margaux Rauzan-Ségla cosecha 1989.

Casi todo esta listo, miro de reojo el reloj aun estoy a tiempo, siento en el cuello una tensión, la piernas me duelen y el calor de la cocina se torna sofocante. Me siento observada, se que el no pierde de vista cada movimiento que realizo, y me intriga no saber quien es, simplemente ver su espalda en el monitor.

-Se ha quedado callada Beatrix, ¿en que piensa?-
-en el último tiempo-
-ah! Por un momento pensé que el manojo de lavanda que pedí le colocaran en la mesa le traía recuerdos-
-no señor, la lavanda no me trae ningún recuerdo en particular. Pero dígame ¿por que no le gusta el chocolate ni el café?-
-¿y por que tendrían que gustarme?-
-No es que le tengan que gustar, pero a la gran mayoría de las personas le gusta el chocolate-
-usted tiene que cambiar eso mi estimada apprentí, no siempre vamos a complacer a los demás, se de buena fuente que el chocolate es su especialidad, pero a mi no me interesa retarla en el área en la que usted se encuentra cómoda, y que por azares del destino no apetezco.-
-pero tampoco come cerdo-
-bueno, creo que usted lee muy aprisa, si mal no recuerdo creo que mi respuesta fue “poco” con eso quiero decir que mido mi ingesta de carne de cerdo, pero mis motivos son distintos a los que posiblemente usted imagino. Estamos dentro del año chino del cerdo, ¿sabia usted eso? El año del cerdo no es un buen año para mi signo, así que por mera cortesía, créame es que lo evito.-


Quinto tiempo.

Tarta de pistacho con glaseado de duraznos y agua de rosas, adornado con un coulis de vainilla y crema. Acompañado de una copa de vino Sancerre de la casa Clos de Bouffants o te Fleur de Geisha.

Por fin. Todo esta listo justo a tiempo, miro el reloj y marca las 7:00 de la tarde, termino de limpiar la mesa y pregunto:

-puede disponer de la cena señor, solo indíqueme a que hora quiere que sirva-
-es usted muy puntual Beatrix, pero no, usted no va servir nada, ¿acaso imagina que una cena de esta magnitud la pensaba saborear solo? Nada mas alejado de la realidad, vaya al cuarto continuo a la cocina, me tome la libertad de elegir un vestido y unos zapatos, tiene solo quince minutos para volver a la mesa, vaya, aquí aguardo. Recuerde el cordero es una carne intolerante y recelosa, nunca se debe servir fría…-


El vestido en kiana guinda con manga tres cuartos y falda en línea A, arriba de la rodilla, los zapatos eran un par de Manolo Blahnik en el mismo tono del vestido y tacón de madera ligeramente curveado.

Al salir Y.G. me estaba esperando para conducirme sin decir una sola palabra al comedor.
Una mesa rectangular de doce asientos, en una de las cabeceras esta sentado el, por fin lo podía ver mejor, por lo menos la espalda, amplia, hombros rectos sin grandes pretensiones. Me indico sentarme en la otra cabecera, la mesa estaba dispuesta con una vajilla de porcelana de Bavaria blanca con filo en plata, los cubiertos tambien de plata colocados al estilo europeo en la modalidad del siglo XVII, el tenedor formando una cruz sobre el cuchillo. Varias copas de cristal polaco y servilleta de algodón blanco.
Cenamos en silencio pude observar como con la mano izquierda tomaba el cuchillo y el con el dedo índice empunaba el lomo del cuchillo con firmeza, con la mano derecha y el tenedor a la inversa iba colocando con la ayuda del cuchillo los pequeños bocados que terminaban en su boca. Entre bocado y bocado descansaba los cubiertos y bebía sorbos de vino.
Incomoda por el largo silencio me anime a preguntar:

-¿que celebra?-


El me miro por unos minutos y me respondió:

-Luna llena en Acuario, ¿le parece poca cosa?-
Una vez finalizado el quinto tiempo se limpio el contorno de los labios, se retiro de su asiento, vestía una camisa verde con puño francés y unas mancuernillas de lapislázuli los dos primero botones sin abrochar, un pantalón oscuro que alargaba mas su figura, el pelo largo por encima de los hombros con ondulado y de un castaño que bajo la luz de las velas lo hacia lucir multicolor, ojos almendrados y cejas arqueadas enmarcaban un rostro que a ratos mostraba una mueca del lado izquierdo de los labios. Con paso lento camino pegado a la orilla de la mesa, con la mano izquierda y utilizando solo el dedo índice recorrió la madera, su dedo subió por mi brazo y justo cuando lo tuve en mi espalda pude percibir la tenue fragancia a sándalo. Con la mano derecha recorrió el contorno de mi hombro derecho y con la izquierda retiro mi cabello de mi espalda, sentí la proximidad de su respiración, cada vez estaba mas cerca, el olor a madera me intoxico, de un solo trazo recorrió mi nuca con la lengua. Y me dijo:

-No quiero parecerle descortes, pero la tengo que dejar, es hora de que inicie mi trabajo, sin embargo me complacería mucho si aceptara venir todos los domingos a cocinar, me gustaría contratarla-


Yo temblando aun y sintiendo su mano derecha sobre mi hombro y el calor de esa mano de largos dedos, solo atine a decirle:

-¿por cuanto tiempo?-
-usted esta en busca de una respuesta hiriente Beatrix. Pero bueno, digamos que hasta que a usted se le agote la imaginación. No me tiene que responder ahora, puedo esperar, mi chofer la llevara de regreso a su casa, si acepta, la espero aquí el próximo domingo.-


Deje mi servilleta sobre el asiento de la silla y Y.G. estaba a mi lado con el antifaz en la mano, esta vez no titubeé me lo coloque y el tomo mi mano hasta que llegamos al automóvil.
Mi corazón golpeaba y retumbaba en mi cabeza, una oleada de sangre subió a mi rostro, entre al auto y las piernas aun me temblaban, esta vez el recorrido no fue en silencio. El calor de su mano aun me quemaba el hombro, la humedad de su tibia lengua laceraba mi cuello, no hubo humedad comparable a la de esa noche, el minuto cinco del Adagio en G menor me acompañó en el recorrido que hicieron mis manos entre mis piernas, una tibia noche iluminada por la luna llena en Acuario goteo y baño mis rodillas. Un recuerdo cada vez más efímero del cobalto de tus ojos cayó cercenado en la piel joven de la medianoche…

Beatrix

domingo, julio 22, 2007

* De los pies hasta la frente...

Anochece. Estas a mi lado, te veo tendido a mi lado y pienso en los días que han transcurrido, estos días que han sido los más largos, los más lentos, un caminar en el desierto de la soledad. Pero ahora, una finísima malla de filigrana y sueños te trae de nuevo. Y te veo rendido, y mientras duermes, pienso que así estas mejor, que es así, como menos daño haces, me haces.

Veo la tabla roca de tu espalda, tu espalda donde yo me he refugiado tantas veces, tu blanca espalda cuajada de lunares hilvanados uno a uno por mis caricias, por mis dedos que te recorren. Los enumero, es uno por día, uno por las sofocantes noches sin ti y contigo. Y duermes a mi lado y el toro que eres reposa antes de que la luna termine su ascenso en la dulce noche de tu regreso.

Me tomaste entre tus brazos
Y me hiciste muy feliz

Me deje querer todita
Con cuidado y despacito
Pa’ sentir mas el amor
Me perdí en el cobalto de tus ojos
Me perdí en tus labios rojos
Y deje que me quisieras
Y me hicieras a tu antojo


Que ha sido me pregunto de estas manos, donde han estado, que piel han acariciado, que ojos han cerrado. Miro tus rosadas manos, y mis sueños encuentran espacio entre ellas, anidan en ellas, recorren la línea de la vida, se acurrucan en la línea del amor.

Unas gotas de aceite de las lunas de Octubre las derramo en tus manos, cubro con ese aceite tus dedos, tus largos y trabajados dedos y beso las diez medias lunas que me iluminan atrapadas en tus uñas. Si fueras un niño te cantaría canciones de cuna para que pudieras dormir, si fueras un niño te dejaría reposar en mi vientre, te arrullaría con el latido de mi corazón. Y de nuevo te veo, y eres el mismo, el de siempre, por siempre.

Sientes mis manos, este par de manos que desde ya te pertenecen, estas manos que haz guiado infinidad de veces, estas manos que solo sirven para tocar tu cuerpo. Y veo de nuevo tu cuerpo, la línea de tus hombros, tus brazos heridos por el fuego, veo tu torso, ese tronco del que me aferro, veo tus genitales, tus nobles genitales que me fecundan y se derraman en mí.

Y si yo fuera un poeta te regalaría los versos sagrados, te regalaría la luna roja que se esconde en el anillo tres de Saturno. Y si yo fuera cacao te cubriría el cuerpo de xocolatl y la lengua enorme de mi deseo te recorrería, y si fuera lo que no soy, La Eternidad, vivirías dentro, muy dentro de mí.

Desde afuera nos miraba
Una luna enamorada
Que celosa se sentía
De lo que tu a mi
me dabas.

Pero ahora no duermes, estas parado frente a mí, me encaras, me miras y me envistes y me desplomo, y de nuevo soy la que siempre he sido a tu lado. Y tu eres las únicas manos que hay, tu eres el único beso que he recibido, tu eres el único aliento que me da vida, tu eres el Todo que crece y se hincha y erguido me apunta y penetra una y otra vez. Y yo soy la otra, la otra parte de ti, que en ti crece y florece cuando estas en mi. Y una lluvia dulce de anís me cubre, una dulcísima brisa me reviste, eriza los vellos de mi cuerpo y deposita minúsculas gotitas de ti, y yo quedo tatuada una vez más.

Te marchaste despacito
Antes que yo despertara
Y el recuerdo que me dejas
Ese no lo borra nada.

Me tomaste entre tus brazos
Y de plano me rendí
Me besaste dulcemente
Con mil besos diferentes
Y me hiciste muy feliz.

Me marcaste para siempre
Sin tu amor ya nada puedo
Por que llevo en mí tus besos
De los pies hasta la frente.

Y estas paredes podrían contar nuestra historia, podrían decir que bajo este techo tú y yo nos desgarramos de amor. Pero un rayo de luna se ha filtrado por la ventana y baño tú rostro y yo lo contemplo, y te recorro de nuevo, busco que nadie te haya herido como me haz herido tú. Y cubro de nuevo tu cuerpo de sal y me duermo a tu lado y sueño a tu lado y un grillo nos prepara un ensamble de cuerdas, y la luciérnaga pulula perdida en el jardín, y un agazapado contingente de hormigas quiere llevarse el último bocado de este amor.

Desde afuera nos miraba
Una luna enamorada
Que de envidia se moría
De lo que yo a ti
Te daba.

Te marchaste despacito…

Beatrix


*"De los pies hasta la frente" Cancion Ranchera por Jorge Montana

domingo, julio 15, 2007

Militares de Paris

Receta para 6 personas


300 gramos de harina de trigo
300 gramos de harina de maíz
400 gramos de azúcar
200 gramos de almendras peladas/tostadas y molidas
400 gramos de mantequilla sin clarear
6 yemas de huevo a temperatura ambiente
50 almendras peladas para decorar

Merengue Francés

4 claras de huevo a temperatura ambiente
¾ de taza de azúcar glass

¿Sabes tu cuanto me gustan los uniformes militares? Aprendí a querer a esos bellos uniformes en silencio. Cuando tenia oportunidad, me escapaba de casa y caminaba frente a la guarnición militar solo para observarlos. El del Colegio Militar es mi favorito. Un día deje de míralos, deje de sentir esa perversa emoción que recorría mis piernas de niña y me entumía los tobillos.
Una tarde entre a tu cocina por primera vez y sentí ese temblor infantil que me provocaban los habitantes de la Zona Militar 2.
Solo que en esta ocasión cambie las insignias por una chaqueta de botones ribeteados. Recuerdo bien verte parado al centro de la cocina al frente de los hornos y las mesas de preparación, dando órdenes y verificando todos los movimientos. Y en vez de una hermosa gorra militar vestías un toque de algodón almidonado.

Se hace un cerco con las harinas cernidas, al centro se pone el azúcar, las almendras, la mantequilla y las yemas de huevo; se mezcla todo rápidamente utilizando solo las puntas de los dedos o con una espátula y se forma una masa.

Ese día preparamos Militares de Paris, ¿lo recuerdas? Llegaste a mi mesa de preparación con dos kilos de almendras y me pediste que las pelara, así que en la estufa coloque una olla con agua y la puse a hervir, después y siempre bajo tu mirada vigilante, al llegar el primer hervor retire la olla de la estufa y vacié los dos kilos de almendras, me perdí en el fondo de la olla pensando en ti, en tus rosadas manos y en lo bien que lucirías como Tercer Maestre. Parado junto a mí me susurraste al oído que no debían durar mucho tiempo las almendras en el agua caliente.

-solo unos minutos, no mas, no queremos que se cosan, solo queremos desprenderles la piel-

Una vez que las había retirado del agua las coloque en la mesa y las talle en mis manos y la piel iba cediendo, esa noche me esforcé por hacerlo bien y rápido, pero eran dos kilos, así que cuando apenas llevaba unas cuantas peladas, te colocaste frente a mi, con solo la mesa de preparación entre los dos y me pediste observar.

Tomaste dos almendras en tus manos, cada una de ellas era sostenida entre el dedo pulgar y el anular, en movimientos circulares y pausados las fuiste desnudando.
Yo te veía sin parpadear y un rubor enmarco mi rostro, tú lo notaste, quise tomar un par de ellas y seguirte en la enseñanza pero me detuviste, querías que observara.

Y nuevamente par tras par iban quedando expuestas en tus manos y mi respiración se iba agitando tan solo de pensar que eran mis rígidas aureolas las que tenías vencidas entre tus dedos y que de movimientos circulares ibas desnudando poco a poco.

Se hacen bolitas y en el centro se les inserta una almendra, se colocan en charolas de horno previamente engrasadas con mantequilla y se meten en el horno precalentado a 360F de 15 a 20 minutos o hasta que los militares estén doraditos, se dejan enfriar y se decoran con el merengue francés.

Había una tensión dolorosa en el roce de mi chaqueta, nacieron dos gotas de sudor en la parte alta de mis ingles que lamieron mis piernas, hubo un temblor pequeñito que solo tú notaste en mi ceja derecha, se dio una sequía mortal que erosionó toda mi boca, y un calor parecido al de tus manos recorrió mi cuello.

En una charola coloque los dos kilos de almendras peladas y las hornee por diez minutos, el olor de las almendras nos perfumo la cocina pasaste a mi lado sin detenerte y alcance a escuchar lo que me decías.

-dejare para otra noche esas dos almendras-

Y te vi alejarte perderte entre los hornos y la enorme batidora. Me dejaste suspendida, sin romper filas, colgando de una de las puntas de tus dos estrellas de Teniente Coronel…

Para el merengue francés: se baten las claras a punto de turrón y se les añade poco a poco el azúcar glass cernido.

Nota: hay que dejar enfriar a los militares. Después se decoran con el merengue francés.

Beatrix


sábado, julio 07, 2007

Fleur de Geisha

¿Hasta donde te seguí por una taza de te? No lo se, pero desde esa noche en que bebimos te de jazmín no hubo marcha atrás. Contigo recorrí cuanto salón de te pudimos encontrar en esta ciudad bebedora de café.

Un mañana apareciste en mi casa y sin decirme nada me tomaste de la mano y manejamos hacia el este de la ciudad, justo a un lado de la mezquita sunita sirven te con cardamomo me dijiste y no volviste a hablar.

Al llegar nos ofrecieron un privado de ricos tapices y brocados que cubrían las paredes además de un sinfín de cojines y almohadas regadas por el suelo. Nos sentamos frente a frente con solo una mesa turca de rico trabajo repujado de por medio, un incensario consumía un trozo de cedro y tu y yo nos miramos sin tocarnos.
Ahí bebimos el grandioso te de aromáticas hojas color ámbar perfumado de cardamomo y lo acompañamos con una charola de mammols con datil y nuez.

En otra ocasión abandonamos la cocina aun perfumada del pan recién horneado, y con las chaquetas aun puestas iniciamos la búsqueda, tu búsqueda.
El gran hotel de la ciudad nos recibía a las cinco menos diez, el chef salio a saludarte y nos condujo a nuestra mesa. Tú sonreías, y me dijiste:

-quítate la chaqueta-

Y yo te miraba sin parpadear y tus palabras nunca eran preguntas, y uno a uno de los botones ribeteados los fui abriendo hasta dejar al descubierto la camisola de encaje rosa y satín que vestía para ti. Y tú lo dices siempre todo en el lenguaje de las miradas.

Llego por fin, una delicada vajilla de porcelana donde nos fue servido el te de las cinco, acompañado de bocadillos y tuiles, palmiers, springerles, kolaczkis, shortbreads, linzer de frambuesa, rugalach de durazno, stroopwafels, anzac de avena, florentines de almendra y chocolate. Esa tarde recorrimos el mundo entre sorbo y sorbo.

Una noche inquita apareciste junto a mi cama, me besaste los labios y me susurraste al oído que tenías el remedio para hacerme dormir.
De mi closet sacaste un huipil guatemalteco y me vestiste, trenzaste mi pelo suelto y salí descalza siguiendo tus pasos en la madrugada.
Llegamos al sur de la ciudad y no paramos hasta topar con la casa de Tezcatlipoca Negro.
Y allí no había mas riqueza que la de tus ojos y sentados aguardamos pacientemente por un par de jarritos laqueados de te de damiana.

Y me hiciste beber esa noche de ti, y esa noche fue la más larga que el calendario registró, me embriague de tu mosto, recorrí tus tobillos con mi lengua y en tu espalda tatué mi nombre con bugambilias.

Y cuando creía que los cuatro puntos cardinales de esta ciudad los habíamos recorrido en busca de te, arribo a mi casa un paquete.
Dentro había un traje negro de dos botones, una camisa blanca de puño francés y un par de mancuernillas de madreperla, calcetines de seda y una corbata.
En una bolsa de franela un par de zapatos negros y un sobre.

-te veo a las ocho en el salón de te del barrio japonés, no lleves el cabello suelto-.

Y me vestí lentamente, primero la loción de sándalo, la trusa de algodón y la camiseta sin mangas, los calcetines y los pantalones, el cinto de piel, la blanquísima camisa almidonada, las mancuernillas y finalmente la corbata.
Tome el saco, abotone solo el primero, calce los zapatos y me mire en el espejo y recordé recoger el cabello.

Pequeño. Así se sintió mi corazón cuando te vi sentado en una esquina del diminuto cuarto iluminado tenuemente por lámparas de papel. Quise ir a tu encuentro pero tú me detuviste con la mirada.

Ella apareció por otra puerta, se deslizo suavemente con pasos delicados y silentes. Era una muñeca, una muñequita de porcelana y labios cereza, vestía un kimono de seda en jade imperial y azul Viviana. La obi era de un amarillo brillante.

Después de saludarme me invito a sentarme en posición seiza y dio inicio el Cha-ji.
Y tu estabas atento, nos mirabas y yo podia escuchar tu respiración entrecortada, y el Todo creciendo en ti, y el cobalto de tus ojos inundando mi cuerpo.
De sus manos probe una fina hoja de flor de loto, de sus manos, de sus delicadas manos, bebi usacha y kohicha y fueron sus aniñadas manos las que desabotonaron el saco y aflojaron la corbata, fueron sus sigilosas manos las que abrieron uno a uno los botones de la camisa, fue mi temblor la que intento detenerla mientras mis ojos te buscaban y el cobalto de tus ojos humedeció mi cuerpo ¿o era ella?

Y yo me deje caer de las nubes a la montaña y hacia el río.
Y entrelace mis piernas y mis brazos y mi lengua.
Y ella acaricio mi espalda y mis caderas y se hundió en mí en busca de una rojísima perla.
Y yo bebí de ella y ella susurro un haiku en mi oído que llevaba tu nombre y el Todo nos miraba silente y crecía y se transformaba en rocío en esa noche invernal.

Y mucho antes de que terminara de caer la noche ella soltó mi cabello, mi negrísima cabellera ala de cuervo, ombligo de la oscuridad, boca de lobo, sorbo de xocolatl y solo entonces el ultimo haiku dio por terminada la ceremonia.

En cofre nuevo
Guarde los sentimientos
Perdí la llave

Beatrix

lunes, julio 02, 2007

Té o café?

Mi reloj marcaba las nueve menos cuarto, era una noche tibia de esas que te besan la piel. (Mi teléfono suena).

-¿Bueno?-
-¿Qué haces?-

Del más allá llega tu voz, me arrulla, me estremece. Guardo silencio solo unos segundos y te respondo.
-pienso en ti-
Escucho tu respirar, viaja tu aturdida respiración por el cable telefónico, humedece la fibra óptica, eriza los pensamientos nocturnos, lame la curva blanda de mi oreja.

-Quiero verte-
Me dices y tu voz no cuestiona…

Encamino mis pasos voy a tu encuentro, ¿hace cuanto? ¿Dime hace cuanto que no me embriago de ti?
Mis manos tiemblan, esta será la primera vez que tú y yo nos veamos fuera de la cocina, y de nuevo me pregunto, ¿hace cuanto?
Hemos llegado a este encuentro mi hambre de ti, mi sed de ti y yo. En el pequeño café francés esperas, sentado con las piernas cruzadas y tus brazos sosteniendo el deseo. Yo te miro y reconozco el cobalto de tus ojos, tú me miras y reconoces el amor.

Nos hemos quedado sin palabras por unos minutos, tu enfundado en una camisa blanca y vaqueros, yo con el pelo suelto cubriéndome la espalda.
Estamos desnudos, nos vemos por primera vez, veo tus manos, la perfecta armonía de la palma con los dedos, sube mi vista, descansa en tus hombros. Tú acaricias mi pelo suelto y la mesa nos viene grande y el jardín con todas sus criaturas nocturnas nos observan y la vela al centro de la mesa nos ilumina el pensamiento.

Nos interrumpe el joven mesero para preguntarnos.
-¿Té o café?-
Tu que no sabes nada de mi, pides té de jazmín para los dos. Yo que no se nada de ti, sonrío.

Beatrix