viernes, mayo 06, 2005

Lo sé, yo me pertenecía

Lo sé, yo me pertenecía.
Cuando desconocía las formulas y las medidas exactas. Digo me pertenecía como quien habla de un pasado. Y ahora, yo camino a tu lado y a tu lado se transita por el territorio del ya no más.
Y he venido esta mañana con el cabello aun húmedo a decirte lo que he visto a través de tus ojos, a darte los buenos días transpirando tu fragancia.
Y tus ojos son un par de dagas y yo te quiero decir que hay cosas que nacen y se vuelven mariposas en la boca del estomago, y que de no ser por el ombligo estaría llena de ellas.
Y solo entonces, cuando dejan de existir las palabras tú me hablas en la única lengua que comprendo, y son tus brazos las frases mas claras.
He venido a intoxicarme de tu mirada, de tus hermosas manos, de la amplia frente, y si, también de cobalto.
Vengo siguiendo el camino señalado con pepitas de obsidiana que me vienes trazando, vengo con paso firme tras la estela de vainilla y clavo, alimentándome de avellanas y fruta seca.
Vengo en busca de tu dulce y enmielada crema, vengo rastreando tu piel miel de jazmín, el amargo cacao, y la caña de azúcar de la que habré de tomar.
Y la mañana en ti se aletarga, y no importa que afuera los abejorros zumben estrellados en el cristal, tu tomas entre tus manos lo que queda de mi, y soy el cuarto menguante en el nacimiento de tus uñas, el pliegue de piel que protege tus rodillas, el párpado que le da descanso a tus ojos, la almohadilla que se forma en tus labios, toda tu lengua, y los nervios mas finos que recorren tu cuerpo.
Y llega el fino polvo de oro del mediodía y hemos embriagado la casa del dulce aroma que escapa del horno y tu mano le da vida a un minúsculo torbellino en la taza del café y yo me asomo por las rendijas de tus ojos y me descubro placida junto a ti.

Beatrix

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