viernes, septiembre 17, 2004

Imperdonable

8.30.04

Hay cosas que resultan imperdonables. Como el templar erróneamente un fino chocolate, hornear de mas una tarta o cuajar una crema por error. Pero lo que en verdad encuentro imperdonable es no haber logrado cupo en el nuevo semestre escolar. Tengo mil excusas, pero ninguna lo suficientemente valida para justificar que uno de los 30 asientos disponibles en la clase de repostería avanzada no fuera para mi.
Sin embargo, como no me doy por vencida fácilmente, me presente en la escuela con la esperanza de que alguien no se pudiera asistir y así tomar su lugar. Pero lo mismo pensaron 30 personas más, el salón se encontraba abarrotado, solo pude reconocer cuatro caras del semestre pasado y con ninguno de ellos compartí equipo. Después de un tiempo el chef hizo su entrada, este nuevo chef es joven, afable y representa a la nueva generación de chefs estrella. A diferencia del chef B. este viste vaqueros y zapato deportivo y lleva el pelo en un moderno corte. Tiene tipo de deportista y por el color bronceado estoy segura que disfruta de la playa. El no tiene el tipo de chef de repostería, por el contrario, su estilo es más de cortes finos de pescado y salsas delicadas sobre intrincadas camas de legumbres, o fusiones culinarias de la ancestral cocina oriental con la recién nacida cultura culinaria de la Alta California. Pero no, este chef es repostero. Se le da el merengue y el chocolate, el azúcar y las altas temperaturas. Lo observo por largos minutos tratando de hacer contacto visual con el, pero nunca sintió mi mirada, tenia la esperanza de engancharlo en una de esas miradas de “rescátame” para que me seleccionara a mi, y no a alguien mas, pero me fallo. Agobiado por la respuesta de interesados en su curso, se disculpo en más de una ocasión y trato de no cruzar mirada con nadie en particular. Salí derrotada, mi esperanza era continuar un semestre mas o de plano buscar trabajo en una repostería, donde a falta de libros y palmaditas en la espalda, aprendería el oficio a gritos. Y por el otro lado estoy en una etapa de mi vida en que no tengo ganas de tomar ordenes de parte de nadie…en términos generales la anarquía culinaria se me da.

Beatriz

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