viernes, octubre 01, 2004

El Décimo Mes

10/1/2004


Pensaba iniciar el mes de manera muy optimista, hablando de panecillos, de olores ricos que salen del horno y perfuman la casa. Tenía incluso por primera vez pensado compartir una receta, por que también caí en cuenta que un diario que habla de comida y hace mención de técnicas e ingredientes, bien podría de vez en vez compartir una receta.
Pero todo cambio. Mis primeras líneas fueron borradas por tan solo tres líneas que leí de un poema. Fue así que me di cuenta que hoy es día primero. Octubre es un mes huracán, es un mes desalmado, un maremoto, una parvada de palomas en mi corazón. A octubre le debo el nacimiento del amor y como también dice la canción –de las lunas la de octubre es más bonita-.
Octubre también es el mes en que viejos amores celebran cumpleaños, amores, que aunque del pasado, vuelven a mi cada décimo mes, para recordarme que no volveremos a compartir ni la mesa ni la sal.
Así que en su honor haré el recuento:
Octubre cinco apareció en mi vida en época de posadas y calientitos, tenia las manos delgadas y color canela. Pero la cualidad que más admiraba de octubre cinco era que jamás rechazo platillo nuevo. A mi lado probo por primera vez el tamal en hoja de maíz y si no me hubiera apresurado a quitarle el envoltorio, también se lo hubiera comido. De los tamales pasamos al menudo estilo Sonora con todo y chiltepin. –que manera de sudar-
A las tortillas de harina a las coyotas con piloncillo, la carne machaca y el caldo de queso. Cuando había pasado el invierno, le di a probar por primera vez unas deliciosas empanaditas estilo Santana además de unos tacos de carne asada, bebimos hasta hartarnos agua de jamaica y tamarindo.
Nuestro ultimo encuentro lo pasamos en silencio, estuvimos largo rato en la mesa, se nos había ido el hambre.
Octubre veintidós llego antes que nadie. Por eso se que le debo lo que se y lo que soy. Una mesa bien servida de largos y almidonados manteles, un par de manos presurosas por tocar lo que fuera
Como fuera. Octubre veintidós dejo en mi el amor al tango y a las buenas carnes, la miel con limón y el te por las noches. Pero sobre todo me dejo el hambre por conocer y hacer, es por eso que octubre veintidós es el eterno platillo, el hambre sin saciar, la perpetua sed.
Y finalmente en el tiempo de las cerezas, llego octubre veintiséis a quien le debo el gusto por el pescado blanco y el aceite de olivo, las aceitunas manzano con vino tinto, los dulces a escondidas, el refresco de dieta. El gusto por el yogurt, melón y cereales, pero sobre todo la pasión por las cerezas. Me quede con ganas de beber tequila y comer un buen trozo de cecina a su lado, de darle a probar helado de rosas y de encontrar el niño en la rosca de reyes, de un plato de crema de flor de calabaza y quesadillas de queso Oaxaca, de unas pellizcaditas de fríjol negro y de tomarnos un chocolate espumoso en un jarrito de barro.
Decían las líneas que leí por la mañana:

dime adiós antes de irte
de tener oportunidad
despídeme con un beso distante

A mi en lo personal me hubiera gustado tener la oportunidad...
volver a compartir la sal…


Beatrix

1 comentario:

Anónimo dijo...

El gusto por un buen cacho de carne jamás se pierde.
Me honras citándome en tus dulzuras.

-- Marvin