viernes, enero 14, 2005

El secreto mejor guardado

Miércoles lluvioso, el ring del teléfono me despertó del hipnótico poder que ejerce la lluvia sobre mí. El secreto mejor guardado se localiza entre el barrio somalí y el sudanés, tienen doce años elaborando el mejor pan dulce de la región.
-¿Quieres ir?-
Dunia y yo seguíamos el llamado, estábamos a solo escasa horas del Día de Reyes, la tradicional celebración que festeja la visita de los tres reyes magos al niño Jesús.
Así que teníamos una buena excusa para salir en medio de la lluvia y el frío para poder probar el afamado pan.
Efectivamente, en el punto medio donde se encuentran los dos barrios, se levanta, en una esquina esta tradicional panadería, un rincón de Michoacán endulza el ambiente entre estos dos conflictivos barrios.
Era ya tarde, así que teníamos una hora para disfrutar del interior.
-Las buenas panaderías mexicanas, escúchame bien Dunia no se preocuparan por los exteriores, es dentro, donde uno puede observar y deleitarse con la belleza artesanal de esta tradición culinaria-
Me baje del carro no sin antes prometerle que regresaría con algo para ella. Al abrir la puerta fui bienvenida por la dueña, me animo a admirar las delicias.
Charolas de conchitas de vainilla, fresa y chocolate, piedras, cochinitos, espejos, chilindrinas, velos de novia, picones, ojos de buey, bizcochos, bollitos, empanadas, elotitos, negritos, bolillos y teleras. Al lado de la caja registradora una vitrina mas con banderillas, turrones, mantecadas, rebanadas, trompadas y las tradicionales Roscas de Reyes.
¿Que llevar? Por lo menos una pieza de cada cosa, es una locura es demasiado pan. Doña Ely me ve titubear y me dice:
-El que se lleve le va gustar, mis panaderos trabajan en los hornos a partir de la medianoche y en nuestro pan dulce solo va encontrar la receta original. Amor-.
Amor, fue lo que Dunia y yo probamos al darle una mordida a ese inmemorable pedazo de pan. Amor, fue la materia prima que utilizo ese panadero para amasar, moldear y hornear cada una de esas piezas.
Con los vidrios empañados de vaho Dunia y yo nos deleitamos sin control resguardándonos de la lluvia y el viento.
Vuelve a sonar el teléfono:
-¿que te pareció?-
-Me encanto, le respondo-
-Como comprenderás entre tú y yo ya no puede haber secretos-
Sonrío nerviosa y cuelgo no sin antes responderle:
-Y no los habrá-


Beatrix

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